Ya aquí todo es normal. Nada importa a la ciudadanía. La capacidad de asombro hace mucho tiempo que se perdió, ante las tantas cosas irregulares y los hechos deleznables que a diario se observan, sin importar entornos o circunstancias prevalecientes.
En ese tenor, parece ser que el fuerte aroma de las tantas drogas que pasan de tránsito por el país con destino hacia otras latitudes, que con regularidad algunas se detectan y se decomisan; al igual que, el consumo mismo de estupefacientes en grado considerable, innegable a nivel interno, han atolondrado de forma tal a este pueblo, que todo lo acepta con pasmosa calma.
– Que la corrupción administrativa estatal, con su vasto manto de impunidad siga su agitado curso, ¡no importa! El Centro de Estrategia y de Estudios Internacionales de Estados Unidos, ha dicho que, “la corrupción es una seria amenaza para la economía y la democracia de la República Dominicana”. “El Centro cree que la corrupción será uno de los tema que definirá en el futuro cercano las relaciones entre Estados Unidos y la República Dominicana”. (Véase periódico “HOY”, edición de fecha 13-11-13, página 6ª). Pero, todo pasa de largo. Lo que aquí sí interesa es, tratar de alcanzar una posición política para engancharse al tren en marcha de los enriquecimientos fáciles, con cargo al erario público.
Cabría hacer referencia aquí al juicio que expone Fabio R. Herrera-Miniño, en su trabajo “Mentes Brillantes han dañado a los dominicanos”, que publica en el medio ”HOY”, edición de fecha 16-11-13, página 8ª, en el sentido de que, “Por cerca de 20 años, ha estado en gestación y desarrollo un movimiento perturbador de las tradiciones dominicanas, para desviarlas e introducir otros valores negativos, que convierten al ciudadano en un ser dócil y maleable a las corrientes de moda, en que ya no existen los valores familiares, de unidad, patriotismo, compañerismo, que eran la base de una convivencia armónica”. Evidentemente, los aprestos adormecedores, e inductivos mentales puros en ese orden, han surtido sus efectos.
Pero además, incluye en su trabajo una aseveración muy significativa, que debe llamar a la reflexión a todos aquellos que se sientan ser buenos y verdaderos dominicanos, por las futuras consecuencias negativas que de seguro habrá de acarrear esa deleznable situación para las grandes mayorías de la nación: “La corrupción ha dejado de ser una lacra y es ya una virtud que se celebra”. ¡Asqueante realidad nacional!
– Que las obras de relumbrón sigan su curso, aunque hayan limitaciones financieras, y se tenga que seguir endeudando el país, ¡se nos importa! Así nos podemos transportar con lujos, aunque sea con los estómagos vacíos, y sin poder dormir en las noches por causa de los apagones. Se olvida que ésta es una nación del Tercer Mundo, con hambruna, un transporte público selvático, y servicios deficientes, como caros. Pero, los Metros dan prestigio y buena vista, es lo que tantos entienden. ¡Apariencias por doquier!
– Que cada vez la presión tributaria se haga mayor, y con menos reciprocidad hacia la población, en términos de asistencia social, ¿y qué? Los pueblos que no tienen conciencia, tal es el nuestro, son como los burros, que nada más sirven para cargar.
– Que siga el festival de préstamos con el exterior, e hipotecando más aún la soberanía del país (aunque algunos de los artífices principales de esa práctica, señalaron en términos demagógicos puros, recientemente, que ya el nivel alcanzado era insostenible, y que se debían controlar esos endeudamientos), ¡que se continúe! Cuando los acreedores vengan a cobrar, ya los ideólogos prestatarios, como las presentes generaciones, no estaremos sobre el planeta Tierra. ¡El que venga atrás que arree!
– Que la tarifa eléctrica siga subiendo mientras los dueños del gran negocio se hacen más ricos (políticos y empresarios), incluido el jugoso subsidio contenido, burlesco, y que los apagones prosigan castigando a la población a diestra y siniestra, ¡no hay que quejarse!; pues es lo que merecemos, por blandengues, que no nos atrevemos a sacar del poder a todos los políticos farsantes y corruptos que han venido gobernando el país durante los últimos años, como el estar vendiendo nuestros votos a cambio de un pica-pollo, con su respectivo pote de ron.
– Que el sistema de salud pública siga de mal en peor, ¡tampoco importa! ¿Y cuándo ha servido después de la muerte de Trujillo? En esos centros asistenciales del sector, las deficiencias son tan grandes, como las escaseces de los materiales y equipos necesarios, que eso da pena y vergüenza. Ni siquiera aparece una curita, como se dice, ni una jeringuilla. Ahí tienen que pasar los infelices depauperados muchísimo trabajo, para que se les mal atienda. Pero, ¡eso lo van a arreglar! Además, aquí tenemos muy buenas clínicas privadas que ofrecen “excelentes servicios, a precios módicos, con un personal bastante consecuente”. Ese caso que se denunció en Santiago de los Caballeros, en que un joven baleado en un atraco murió desangrado, debido a que en una clínica de aquella ciudad se negaran a atenderle de emergencia, en vista de que había depositar previamente RD$100,000.00, que no se tenían de inmediato, es algo aislado. Ese muchacho de iba a morir dirían muchos. (Véase periódico “HOY”, edición de fecha 12-11-13, página 8E) ¡Cuánta falta de conciencia, e irrespeto al dolor ajeno!
– Que los envalentonados diputados que se gasta el país inviertan RD$120 millones en bonos navideños, a costa de los impuestos con que son cargados los “pendejos” en esta nación – recursos estatales -, gente aquella cuya labor legislativa resulta más que cuestionable, eso carece de importancia. Es lo que tantos dirían aquí. De tal millonada son muchas las personas que se benefician, incluyendo a las que se continúan haciendo más ricas. Después uno consigue su borona. (Véase periódico “HOY”, edición de fecha 16-11-13, página 4ª).
– Que a los partidos políticos se les entregue un “camión” de cuartos para sus embaucadoras campañas electorales, como sus francachelas acostumbradas, con cargo al erario público, que se nutre de los fondo que aporta dócilmente la presionada población, tampoco le preocupa a nadie. Gran parte de la ciudadanía también celebra y goza, acompañando a los farsantes candidatos que se estilan entre nosotros. Es lo que se dice.
– Que el caos, el desorden, como la violación a todas las normas legales que rigen en el área, se agudicen más aún en el tráfico vehicular, y público de pasajeros, ¡esa es la norma en este país!, ya que a los llamados empresarios del transporte, como al tigueraje que dirigen, las autoridades parece que temen ponerles el frente. También se tienen los desaprensivos que conducen en la forma como a ellos les viene en gana, por ser funcionarios públicos; cuando no, debido a los padrinazgos que muchas personas tienen en el Gobierno.
– Que la delincuencia, la criminalidad y las drogas, tráfico y consumo, estén in crescendo. ¡Bueno!, ¿y qué se podía esperar de los últimos gobiernos que ha tenido el país? Es la conclusión a la que tristemente ha arribado la gente. Ahora sólo nos queda aceptar la situación, y cuidarnos por supuesto. Esa es la moda importada, producto de la penetración cultural incontrolada, cuando no inducida, con propósitos alienantes. Teniendo a un gran segmento de la juventud invalidado mentalmente, como consecuencia de la adicción a los estupefacientes, los políticos de nuevo cuño tienen campo abierto para sus desaprensiones. Por otro lado, los pingues beneficios, como la acumulación rápida de riquezas, y el lavado de dinero que proporciona esa actividad delincuencial, son otras de las causas que motivan.
En relación con todo lo expuesto más arriba, muy interesantes resultan las reflexiones que incluye en su columna “Mi posición”, el señor Santiago Cuesta Kury, bajo el título “Un país donde “Na e Na”, (periódico “Listín Diario”, del 11-11-13, página 9ª), que bien pueden asociarse con el contenido antes señalado, sobre las que muchas gente aquí debería meditar sosegadamente.
Y la verdad es que, en esta nación “Na e Na”. En nada se repara para exigir enmienda. Cada cual hace lo que le viene en gana. El país no tiene dolientes. El mismo lo han convertido en una finca que cambia de dueños cada cuatro, los políticos que alcanzan el poder, que la administran a sus anchas, explotándole siempre en su favor.
Pero, “es pa’lante que vamos. No sabemos si es hacia el desarrollo, o hasta alcanzar el mayor deterioro en todos los órdenes. Por lo que se ve, todo luce indicar que, desde hace años, el segundo sería el propósito.
Pueblo, ¡hay que despertar! Concienciarnos sobre el futuro incierto que a todos nos espera, de continuar las cosas como van. ¡Es lo que más procede!
El autor es un humilde servidor, ¡y nada más!
Rolando Fernández
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