A veces el pesimismo no es bueno; de ordinario se reporta como mal consejero. Siempre conviene tener una “pizca” de esperanza, aunque todo horizonte relativo a una situación cualquiera luzca sombrío por completo. Claro, en ocasiones se hace bien difícil esperar que algo ocurra, que no sea lo negativo, tal lo es con relación al caso de que aquí se trata, por razones que huelga enumerar.
En este país, se da un deleznable escenario callejero vehicular, que deja bastante que desear; que hace ver muy lejos toda posibilidad de solución real al caos fehaciente que se registra en el mismo, dada la forma mediática en que se ha venido manejando el tema desde hace tiempo ya; con parches obvios, revestidos de retoricas, y politiquerías; cuando no, de las conveniencias grupales de estilo.
Ahora vienen con una nueva ley de transporte, y la creación de una superestructura reguladora, el INTRANT (Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre), con más elementos dizque controladores, que objetivos propiamente de enmiendas y corrección, por lo que se advierte; Sí, con propósitos claros de recabar mayores ingresos por concepto de multas o castigos pecuniarios a los violadores de las ordenanzas establecidas dentro del área.
Se cree que muy difícil, muchos de los problemas actuales en ese sector se puedan corregir, en base solo a lo normativo presupuestado, e incluido en la legislación puesta en vigencia recientemente. ¡Ya esos males tienen raíces bastante profundas!
Para compartir el parecer expresado, basta con pasearse a pie por las calles y avenidas de este país, como también algunas zonas convertidas en paradas de carros y guaguas para montar pasajeros. Cuántas “linduras” se pueden ver allí; qué gran desorden; falta de educación y civismo, tanto en choferes como pasajeros.
De asqueante aspecto, además, son las bandas de tigueres armados con tubos y palos que operan en esos lugares, gestionando personas para montarlas en los vehículos del concho. Son ellos los que seleccionan y obligan a abordar chatarras, aun en contra de la voluntad de los usuarios que pagan por el servicio.
Aquí no se quiere entender, que los grandes males, como es el caos en el tráfico vehicular en este país, requieren de cirugías mayores, no de más papeles para adornos de estantes con material jurídico, y nuevas normativas. Demasiadas leyes se tienen acá, y muy pocas se cumplen como es debido.
Con la vieja “Ley sobre Tránsito 241-67”, aplicada en su justa dimensión, muchísimas cosas se podían resolver; y, sin embargo, se tenía como una más del montón. Las exigibilidades que esa contemplaba cumplir se entendían como relativas, según quien fuera el infractor. Ojalá que en parte ahora no pase lo mismo con la número 63-17 sobre “Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial”, que es lo más previsible, por las evidencias persuasivas que se tienen.
En el tenor de lo tratado, en este país lo que hace falta es voluntad política, real dirección estatal correctiva, y mano dura por supuesto, para resolver ese gran “problemazo”. De lo contrario, todo seguirá de mal en peor.
Autor: Rolando Fernández
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