Cualquier persona sensata e independiente, y que por demás esté pensando en los advertibles derroteros inciertos de esta nación, tiene que aceptar como muy valederos los pronunciamientos que hiciera el señor James W. Brewster, embajador de los Estados Unidos aquí, actuando como orador invitado ante la Cámara Americana de Comercio, en el almuerzo de Acción de Gracia, que dicho sea de paso, es una festividad perteneciente a su país, pero ya con marcada extensión hacia el nuestro, por la indecorosa transculturación extrema que nos arropa.
Con relación a eso último, es obvio que, los dominicanos estamos perdiendo nuestra identidad, y que ya nos acogemos con complacencia a los extranjerismos, olvidándonos de las costumbres locales. ¡Somos lambones e emitadores por excelencia!
Es por ellos que, también celebramos aquí las conmemoraciones gringas, como esa que se menciona más arriba, al igual que el llamado “Día de “Brujas” (Halloween). Son cosas que huelen más a leyendas, que a motivos reales para festividades de significación; pero, hay que hacerles el coro a los americanos, para estar bien y sentirse como ellos. ¡Cuánta inconsciencia ciudadana!
También se les emula con eso del llamado “Viernes Negro”, una manipulación comercial instituida allá, pero con copia ya entre nosotros, donde el escenario de negocios es muy distinto. Entre los dominicanos, la especulación y los engaños dentro de ese sector cunden por doquier. En la gran nación del Norte se dan también esos factores, pero en mucho menor grado.
Ningún negociante trabaja para perder, y muy difícil que deje de ganar lo que entiende necesario. Sin embargo, y como producto del mercadeo embaucador, los borregos nacionales abarrotan las tiendas durante ese día; y, en las calles no hay quien ande, con los grandes tapones de vehículos que se forman, para ir a caer de incautos. ¡Sobre esa transculturización abierta cuestionable, “respirable” en Dominicana, y que se puede decir, qué hasta vergonzosa resulta para los verdaderos nacionales, nadie habla!
Ahora, siguiendo con la temática principal de esta opinión, cuando uno lee en la prensa, y repara con atención sobre el contenido de la significativa ponencia del diplomático norteamericano en aquel escenario de la Cámara señalada, la pregunta obligada que asalta es: ¿y qué no hay de cierto en todo cuánto dijo ese señor, respecto al cáncer innegable de la corrupción que viene carcomiendo a la sociedad nacional, a todos los niveles, como también a la afección adicional, inherente al grado de inseguridad que se vive en esta nación? Negar la veracidad de sus pronunciamientos, no sería más que hipocresía, o una actitud personalizada por conveniencias obvias.
Claro, eso de que tenga que ser él quien haga ese tipo de denuncia pública con relación a este país, sí que resulta algo cuestionable, ya que indudablemente es un proceder que se puede considerar como un acto de injerencia, por ser un extranjero, y la posición que desempeña entre nosotros, como embajador.
Eso, aun lo señalado por el funcionario estadounidense en defensa obvia, ¡que no es soportante!: “las fuertes inversiones y las relaciones cercanas que unen a Estados Unidos con la República Dominicana me dan ese derecho, por lo que exhortó a quienes critican eso que vayan a la embajada y nos devuelvan la visa”. Tal sustentación sí que es bastante inaceptable, y criticable acremente. No creemos que esos factores justifiquen la actitud asumida.
Entendemos que esas condiciones expuestas, no le dan derecho a estar injerenciando en los asuntos internos nuestros; y menos de esa forma tan abierta en que lo hizo; quizás de una manera más sutil sería ponderable, dado el gran nivel de arrodillamiento que han asumido los poderes políticos y económicos locales, que se verifica de forma plena, ante la gran nación del Norte, creyéndose también, por alienación y titerato, que este es su patio, el Nueva York chiquito que se aduce.
Tampoco resulta comprensible aquello de que, quienes critiquen lo que él entiende como un derecho que le asiste, “que vayan a la embajada y nos devuelvan la visa”. Se puede considerar como una presunción intimidante. El hecho de no estar de acuerdo con la manera en que ese señor viene actuando, independientemente de la veracidad innegable con relación a lo expresado, no es razón para tener que entregar visa.
¿Cómo se puede amarrar una cosa con la otra? Acaso él cree que el permiso para entrar a su país, es un gran favor condicionante que se hace a la gente, independientemente del propósito personal que lo motive. ¡Se le fue un poco la mano en eso!
En los renglones de lo comercial, viajes de salud, y lo turístico, solo por hacer mención de esos, su nación les saca bastantes beneficios económicos a la concesión. No todo el que procura ir a su país lo hace por desesperación, en busca de ocupación. ¿Y entonces? Es probable que el embajador haya partido, para su sutil amenaza, de las filas y los “plagoseos” notables en sus oficinas consulares a nivel local, en busca de visado. ¡Craso error!
También es posible que lo entienda como un pase al Cielo, lo cual no es verdad, ya que otros destinos pueden resultar mejores, amén de que ese espacio celestial no está en la Tierra. En su patria, la corrupción, tanto empresarial, como política, la delincuencia, incluso la desocupación laboral, también son vigas a derribar. Es por ello que, hay que tener un poquito de cuidado con criticar la paja en el ojo ajeno. ¡Siempre hay que adherirse al precepto bíblico! (Mateo 7:5).
Indudablemente, se puede estar de acuerdo o no con la exposición crítica del embajador norteamericano. Pero, eso de que la corrupción, con su leal gran amiga, la impunidad judicial, agregaríamos nosotros, al igual que la delincuencia fehaciente, son los mayores problemas que enfrenta la República Dominicana, y que se traducen en cánceres que retrasan el crecimiento de la nación, afectando el comercio, e impidiendo la aplicación justa de la ley, como él lo dijera en parte, ¡es una verdad como un templo!
Es por todo lo expresado que, el diplomático en cuestión, tiene y no tiene razón con respecto a su actuación ante la Cámara Americana de Comercio. ¿Dijo verdades irrefutables? ¡Sí! ¿Qué le competía hacerlo de esa manera, dada su condición diplomática? ¡No! ¡Qué se le fue la mano en eso de devolver la visa, también!
Finalmente, una inquietud que se han planteado muchos pensantes dominicanos es, ¿a qué en realidad vino ese señor aquí? Pues, es alguien con un perfil bastante llamativo, sin precedentes en Dominicana, por su clase gay, y casado públicamente con otro hombre de su misma naturaleza, claro.
Se presume la elección, como para solapar propósitos, y desviar la atención hacia otro lado, respecto de una supuesta misión encomendada, que se podría advertir con cierta facilidad, por algo que se expone al final de este artículo.
De hecho, fueron su homosexualidad, como su estatus marital público, los que en principios llamaron más la intención con relación a ese embajador. Parece que funcionó la estrategia de las superiores autoridades gringas.
Sus actuaciones públicas relativas a la corrupción, y el lavado de activos, como a otros asuntos concernientes, entre algunos más, adicionales, están poniendo en evidencia los eventuales motivos de su designación, considerada como algo atípica para este país.
Se han filtrado en torno al mismo, algunas informaciones, obviamente de orden especulativo, en cuanto a su sólida condición académica-profesional, y especialización, de las que se puede inferir bastante. Al parecer, no se está en presencia de la designación diplomática de un arribista político cualquiera.
Rolando Fernández
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