Después que determinados hombres, con connotadas trayectorias terrenales abandonan el plano de la materia física, mueren, como se dice convencionalmente, comienzan a salir a la luz pública datos bibliográficos que habían sido mantenidos por sus conocedores siempre en secreto durante el transcurso de la subsistencia del sujeto de que se trate, que a veces aumentan su valía como persona a posteriori; mientras que en otras ocasiones, lo hace con respecto a cualquier nivel de degradación cívica de que fuera objeto antes, o inconductas atribuibles que se ostentaran.
Casos que se pueden tomar como referentes, para avalar tal aseveración precedente, los hay de sobra. Uno de esos lo tenemos con bastante claridad entre los dominicanos. Nos queremos referir a la soltería misteriosa del Dr. Joaquín Balaguer, destacable siempre, entre otros de sus comportamientos y actitudes considerados como tales. ¡Se las traía ese señor!
Sobre ese particular, el periódico “Listín Diario”, en su edición de fecha 26-9-14, reseñó el testimonio de la confidencia que le hiciera el extinto líder político nacional, a la doctora Rosy Pereyra Ariza, destacada médico geriatra, quien asistió con sus servicios profesionales a sus hermanas, como al mismo Dr. Balaguer, en las postrimerías de sus últimas corrientes de vida cursadas.
Evidentemente, es algo que vale la pena transcribir, a los fines de aquilatación, con respecto a ciertas cualidades que distinguieran a ese congénere ya ido, loables por supuesto, independientemente de cualquier simpatía o no hacía él, en el orden partidarista, como con relación a su pensamiento político.
Sí, tomando muy en consideración el aspecto humano que le caracterizó, de acuerdo con la confesión de la doctora Pereyra Ariza, en cuanto a su familia se refiere, como a la habilidad para tomar decisiones relacionadas con aquellos asuntos que entendía no ser de su conveniencia; y, el evitar así ser objeto de “maniobras sabichosas”, que fueran en pos de lograr beneficios personales a su costa.
Lo expuesto por esa profesional del “geriatrismo”, con vivencias muy cercanas tanto a sus hermanas como a él, dejan bien claro en las mentes de los dominicanos los porqués de su soltería, y que su status en tal sentido no obedeció a lo que tantos aquí, y fuera del país pensaban, en el orden de su masculinidad, que se pudiera decir probada, por los tantos hijos que luego se supo fueron procreados por el mismo, aunque nunca quiso darles su apellido, reconocerlos, lo cual también tiene sus motivos obvios, entre ellos evitar los asedios o acosos femeninos de estilo, para obtener las pensiones y manutenciones correspondientes; es decir, no por las vías debidas y formales.
Veamos:
“Una médico geriatra capitaleña que en la década del ochenta atendió a las hermanas del doctor Joaquín Balaguer, reveló que el líder político y gobernante le confió una vez las razones por las cuales no contrajo matrimonio”.
“La doctora Rosy Pereyra Ariza dijo que recibió de Balaguer la confidencia de haber hecho una promesa interna, a raíz de la muerte en 1956 de su padre Joaquín Balaguer Lespier, de no casarse hasta que su madre Carmen Celia Ricardo no cerrara los ojos. Hizo la promesa, según ella, con el propósito de brindar el mayor cuidado tanto a su madre como a sus siete hermanas”.
“Pero cuando la madre murió en 1973, a los 96 años de edad, Balaguer tenía 67 años de edad y se encontraba en el cúspide de su carrera política (ejercía el segundo período del llamado gobierno de los doce años) por lo que él entendía difícil que alguien se fuera a casar con él por sus méritos personales y por amor a él y no por lo que era en la vida pública, dijo la especialista en enfermedades de la vejez”.
“El prefirió dedicarse a cuidar y a fortalecer ese núcleo familiar y trabajar por su país, expresó la doctora Ariza”.
Obviamente, un testimonio así, hecho público por una profesional de esa categoría entre nosotros, muy pocas dudas hace aflorar en los lectores, si es que hay alguna, y pone muy en evidencia clara, la actitud loable de responsabilidad que asumiera ese hombre en aquel momento tan significativo para él, cuando dejó de existir físicamente su padre biológico.
Es indiscutible que así pensara, ante este cuadro familiar femenino legado por el progenitor de todos, como su fiel compañera: quien debe asumir esa carga soy yo, el único hombre en el grupo, “y lo voy a hacer con gallardía”, como así ocurrió, lo cual merece un homenaje póstumo, ya que muy pocos lo hacen así; forman su tienda aparte, y “a Dios que reparta suerte”, como se dice popularmente. Se sacrificó en favor de los componentes originarios de su tribu biológica sanguínea. ¡Muy laudable la actitud!
Pero además, dejó entrever su sapiencia, habilidad y su experiencia, en torno a aprender cómo defenderse de aquellas sobre las que muchos dicen: “es más fácil resolver una ecuación cuántica, que entenderlas” – las mujeres -. Lo demostró también, buscando la manera, sin compromiso alguno que entorpeciera su apretada agenda, el poder desfogar su energía sexual, algo muy necesario para el hombre, principalmente aquellos que utilizan mucho su mente, como era su caso, por ser un connotado escritor, literato, y estadista a carta cabal.
En vista de su promesa, cuando su señora madre falleció, a tan avanzada edad cronológica (96 años), y ya él había recorrido en amplio camino vital también (67 años), era lógico comprender que, cualquier mujer solo buscaría en él, aprovecharse de su alta posición pública; lo que pudiera conseguir en su beneficio a costa del “viejo” que suponían tonto y fácil de manejar, quedándose muchas enganchadas.
Pero, como era un león afeitado, y había un “tiguerazo” debajo del vestuario formal acostumbrado, decidió proseguir con su misión familiar autoasignada, y continuar tirando sus canitas al aire cuando fuera necesario; pero, sin estaciones fijas, ni vagones comprometedores que interfieran con sus misiones a cargo. ¡A enredar a otro con sus caramelos envenenados!, aunque fuera “LUCÍA”, y así se inspira, poetizándole:
“Tan lánguido, tan leve y tan sublime, cual de la luz el tímido temblor; es tu pie que parece cuando oprime que no tiene más peso que una flor. En una flor debió de haber nacido, y a veces se diría que su piel es un velo traslúcido tendido sobre su fino cuerpo de clavel. Y al través de su carne transparente, como al través de un vaso de cristal se mira dilatarse la corriente de su sangre de púrpura ducal”.
¡Habrá muchas “balagueradas” que recordar, para un buen rato!
Rolando Fernández
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