Los pájaros dañinos más temidos por los otrora sembradores de cacao en el país, como de muchos otros agricultores campesinos, son los llamados “carpinteros”, considerándoles tener pico de acero, y una predisposición destructora innata, que atacan de manera inmisericorde con sus picaduras, hasta saciar su sed reductora, y dañarlo todo.
Cuan parecido al de aquellos, se reporta el accionar de la mayoría de los políticos y empresarios dominicanos, avaros y depredadores en connivencia, del erario público, sin medida, y en perjuicio de todo el país, con efecto traslativo hasta un gran número de sus nacionales. ¡Son como los pájaros carpinteros, pero vistiendo muy bien!
A manera de ejemplo, basta reparar en las declaraciones emitidas por grupo cívico Participación Ciudadana, que publica el periódico “HOY”, en su edición de fecha 28-7-11, página 4ª, relativas a las exoneraciones de costosísimos vehículos de lujo, en favor de los diputados y senadores; algo que leerlo, resulta asqueante, en un país donde se respira tanta miseria, como éste.
Y más criticable y condenable es aun, el gran negocio que se hace a partir de las prerrogativas liberatorias del pago de los impuestos correspondientes en esas importaciones, que es lo que normalmente se estila, como bien señalan los miembros del referido grupo al externar que:
“Sin embargo, lo más grave del caso es que la mayoría de las veces el vehículo exonerado ni siquiera es usado en las labores congresionales, sino que se ha comprobado que las exoneraciones asignadas a los legisladores con vendidas por estos a terceros en algunos casos”.
¡Cuanta desaprensión y actitudes incalificables, en estos politiqueros comerciantes que se gasta el país¡ Ese es un negocito extra, en adición a los jugosos y burlones salarios que reciben esos señores del Congreso Nacional, no que devengan por trabajos realizados en verdad; al igual que, dietas y demás recursos económicos que se les entregan por conceptos varios.
Por realidades tan deleznables como esa, es que resulta más que obvia, una calurosa felicitación al ministro de Hacienda nuestro, señor Daniel Toribio, por sus certeros planteamientos de carácter contributivo fiscalista, respecto de la equidad que en ese orden se requiere en el país, al comparecer ante la Cámara America de Comercio; exponiendo que, de cara a una verdadera reforma fiscal integrada, que se viene postergando desde hace tiempo, se hace necesaria una exhaustiva y evaluatoria revisión al paquete de incentivos, exoneraciones, exenciones fiscales, etc., de que gozan diversos sectores empresariales y políticos en el país, con gravosos efectos de significación, en el anual Presupuesto del Gobierno Central, en pos de que se efectúen las eliminaciones que resulten pertinentes.
En ese mismo tenor, también adujo el veterano funcionario de larga data en ejercicio, que las normativas legales que sirven de base para el otorgamiento de dichas prerrogativas y facilidades de tipo económico, “no establecen formas claras de fiscalización ni evaluación de desempeño de los beneficiarios, por lo que tales recursos que el Estado deja de recibir no cumplen a veces con el propósito de estimular la expansión de negocios, garantizar competitividad, promover empleo o elevar los niveles de educación de la población”. ¡Magnífica aseveración! (Véase publicación de su ponencia en la prensa local, en espacio pagado).
De esa precisión última, se deduce con claridad meridiana que, las distracciones y despilfarros de recursos, como el destinarlos a fines muy diferentes a los previstos, siempre han estado a la orden del día en los sectores envueltos, por lo que muy atinado sería el reflexionar sobre sus planteamientos de que se prohíban las tantas exenciones y exoneraciones que “no reportan ningún beneficio al bien común”.
¡Bravo, señor Toribio!; ese uno de los flancos por donde se debe comenzar a combatir para emendar: el de los carpinteros dominicanos que visten de gala – políticos y empresarios -. Y desde su posición oficial, usted puede bien hacerlo. ¡Adelante!, que el país entero se lo agradecerá. Recuerde que, mejor es tarde que nunca.
Rolando Fernández
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