No obstante el impacto de consideración en todos los ordenes, producido por el terremoto de insólita magnitud que azotó el hermano país de Haití recientemente, y que es indudable debe mover a la más alta conmiseración, por razones de carácter puramente humanitario, independientemente de nuestra simpatía o no, por aquel país empobrecido, de raza negra y atrasado, como es natural, resulta muy chocante ahora esa actitud de colaboración y de aparente sentimiento de solidaridad que se ha volcado con extrema agudeza y amplia cobertura sobre esa República, cuando esos ímpetus de apoyo oportuno y reconocimiento de hermandad, fueron tan ignorados en el pasado.
Es obvio que los niveles de destrucción, tristeza y dolor que allí se registran han conmovido a la comunidad internacional. Pero, hay que preguntarse: ¿Se estará actuando por puro amor; inducción inescrutable por el hombre común; o, deseos de sobresalir y figurar en las pantallas de televisión?
Todo sabemos que ese es un pueblo que siempre ha requerido el mismo sostén solidario, aunque quizás en menor grado, por su condición de pobreza extrema y de marcada insalubridad, posiblemente ocasionadas en parte, por el aislamiento y separación a que ha venido siendo sometido, por motivos étnicos /racial y hasta religiosos. “Son negros, feos y su religión es el vudú”, es una de las expresiones que se escuchan en su contra.
Ahora, si analizamos con espíritu de frialdad y mente reflexiva la ocurrencia del fenómeno, se torna digno de mucha atención e inquietud el hecho de que la parte mayormente afectada por el sismo no fue la ocupada por la población más paupérrima de ese país, sino aquella en que residían y se desenvolvían los segmentos sociales más pudientes y dominantes de esa sociedad, incluyendo la clase política electa.
Allí se concentraba un grupo seleccionado de personas, tanto nacionales como extranjeras, y el era el lugar de mayor contacto con el exterior, en el que se recibían, y desde donde salían todas las cosas posibles, en actividades de intermediación comercial de los diferentes rubros de consumo y utilización, por una gran parte de la población occidental.
Lamentablemente, mucha gente perdió la vida como consecuencia del desastre acaecido, mientras otros han quedado mutilados o con traumas mentales, que son las cosas más penosas, ya que lo físico se reconstruye. Había pobres y ricos en el conjunto, que vivían allí, o que se encontraban en el lugar por circunstancias diversas, La catástrofe que se produjo dejó pérdidas humanas y daños muy significativos a considerar; pero, no nos queda otro camino ya que aceptar los hechos consumados.
Se puede afirmar, sin temor a equivocarnos, que el tema haitiano relativo a esa tragedia de orden natural, será objeto de análisis y cuestionamientos durante muchos años; pues, para poder arribar a conclusiones más o menos aceptables, habrá que ponderar variadas causas posibles, y no solamente las que puedan haberse originado por fallas tectónicas, con efectos predecibles y verificables después, quizás, por parte de los profesionales en el ramo.
Decimos esto porque, partiendo del como y donde golpeó específicamente con mayor intensidad el sismo, de los daños que hayan podido causar a nivel de otras naciones las actividades cuestionables que allí se llevaban a cabo libremente, como de la depauperación descuidada de una gran capa social de ese pueblo, marginada a lo interno por sus seudos autoridades, mismo que a lo externo por la comunidad internacional; del respaldo y solidaridad extrema de esta última, a raíz de los hechos catastróficos consumados, como de las tantas promesas de ayudas y concesiones, la condonación de deudas, etc., al igual que de la voluntad de todos por colaborar, se abre un espacio de reflexión profunda, que probablemente nos llevará a preguntarnos, por qué, realmente, se produjo esa situación de descalabro tan alarmante en el hermano país de Haití.
En ese tenor, tenemos que plantearnos una amplia interrogante: ¿Se tenía que producir un fenómeno natural de tal magnitud, para que los poderosos se decidieran a tender sus manos en favor de la nación más necesitada del Hemisferio Occidental; para que se produjera una expansión de conciencia, en el sentido de que el Sol sale para todos, sin distingo alguno de raza o color; o, que el contenido de alta significación que envuelve una de las frase del Mahatma Gandhi, “El que retiene algo que no necesita es igual a un ladrón”, calara en las adineradas rocas portentosas que aspiran a tenerlo todo y conservarlo en su seno, derivándose así el efecto positivo de tal aseveración?
La Naturaleza es infalible y sabe muy bien, como, cuando y donde pasar factura; llamar a la reflexión a los seres humanos, cuando estos egotistamente se creen dueños absolutos de sus actos, y dan riendas sueltas a su relativo libre albedrío “tentatorio”. También, invitarles sutilmente a verse en los espejos ajenos; asimilar las experiencias aleccionadoras que se dan en su congéneres, para que revaloren actitudes y reconsideren comportamientos contrarios a su verdadera esencia espiritual.
Se señala, con sobrada razón, agregaríamos nosotros, que “nada es casual, sino causal”, lo cual significa obviamente que todo cuanto ocurre no es más que el efecto provocado por causas específicas. La misma ciencia así lo ha comprobado y lo establece como ley, “No hay efecto sin causa”. También, todas las filosofías espirituales/religiosas, exceptuando alguna, lo que podría confirmar la regla, como se dice, están de acuerdo con una de las máximas ortodoxas de mayor significación, que reza: “Ni una hoja de un árbol se mueve sin la voluntad de Dios”.
Lo expresado en el párrafo anterior deja entrever con claridad, que nada es accidental; y, con la aseveración última, principalmente, que muchas veces las reales causas de los hechos terrenos que ocurren, se encuentran registradas y latentes en el Universo inmanifiesto, a la espera del momento oportuno y de las condiciones propicias para manifestarse, a través de un determinado ordenamiento físico.
El caso haitiano, entonces, podría estar envuelto en ese complejo contexto; y por consiguiente, al ser un suceso además de tanta connotación, trascendencia y despertar de voluntades, nada puede ser marginado; y, necesariamente, también tendría que ser visto y analizado para el logro de razonables conclusiones, en el orden de lo esotérico como complemento, y no solo a partir de una falla tectónica, considerada accidental.
Rolando Fernández
Filed under: Uncategorized | Leave a comment »