Mientras los dominicanos no sientan real amor por esta Patria, nunca se producirán verdaderos frentes opositores reclamantes, y con aspiración de sustituir, ante los que de manera impropia detenten el poder aquí.
Entre nosotros se ha perdido en realidad todo buen deseo en favor de la nación. A muy pocos les importa ya la salvaguarda de su soberanía. Hasta el respeto y honor hacia sus símbolos patrios, se los ha llevado de encuentro la falta de civismo, como la propensión en torno a las apetencias materiales personalizadas, y la politiquería lucrativa.
Es por ello que, no hay unión para un proyecto de nación valedero, tal aquel por el cual propugnaran los considerados Padres de la Patria en este país, encabezados por Juan Pablo Duarte, con el concurso y disposición plena de todos sus adeptos y colaboradores más cercanos.
Entre los nacionales de esta nación, cada cual anda solo en busca de lo suyo: cuartos y poder. Le importa un bledo los derroteros inciertos a que está siendo conducido este Estado, auspiciados por el actual escenario en que vive esta sociedad, plagado de corrupción a todos los niveles, endeudamiento externo sin control, drogas a granel, delincuencia, criminalidad, y otras cosas bastante perjudiciales en adición.
Es por tal razón que, nada más se aspira a estar formando “partiduchos”, y procurar luego su aprobación ante la Junta Central Electoral (JCE). En principio, de ahí se desprenden fructíferos beneficios económicos, cuando se logra obviamente. ¡De alcanzarse ambas cosas – formación y aceptación -, se va por buen camino! Después, a “darle caza” a la presidencia de la República, para seguir guisando, con mayor “sazón”.
Cuando no, la inclinación es el apoyar a los gobernantes de turno en sus proyectos reeleccionistas; unas ganas de repetir que las han convertido ya, en una práctica que se puede considerar casi “endémica” entre los políticos nacionales, a la que se adhieren tan pronto logran alcanzar el poder.
La unificación no es la meta, en pos de las ejecutorias que requiere la nación, de forma directa, o reclamando con severidad para que sean cambiados los paradigmas gubernamentales prevalecientes aquí, desde hace ya varios lustros.
Esta sociedad cuenta con hombres y mujeres que bien podrían agenciar los cambios favorables que requiere el país, de forma tal que impidan a todos estos políticos de nuevo cuño el continuar haciendo con este pueblo todo cuánto a ellos les vengan en gana, como si fuera una finca de su propiedad.
Ahora, para eso es necesaria una sólida unificación, en que se depongan las dañinas actitudes personalizadas, y grupales. Hay que dejar de lado los planes y apetencias particularizados. ¡Sí!, pensar solamente, en un verdadero proyecto de nación que a todos competa y pueda beneficiar.
De lo contrario, seguiremos “montados” en el mismo caballo destructor, jineteado por “mandriles egocentristas”, representantes de intereses extranjeros aquí regentes, como de los poderosos grupos económicos internos, gravitantes desde hace años.
Autor: Rolando Fernández
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