Aunque convencionalmente los vocablos “profesor y maestro”, se usan con frecuencia de manera muy indiscriminada, como sinónimos, la verdad es que si analizamos con detenimiento ambas denominaciones, en términos de lo que realmente implica cada uno, y de las acepciones relativas que aparecen en El Pequeño Larousse, Ilustrado, edición 2010 (Diccionario Enciclopédico), comprenderemos fácilmente que no significan la misma cosa. Quizás, considerarlos y utilizarlos como iguales obedezca a razones de mera ignorancia, o deseos particulares de ostentación.
Sin embargo, hay muchos que los usan con conciencia plena, estableciendo la diferenciación debida, independientemente de cual sea el efecto representativo en cuanto a lo personal se refiere. “Al pan, pan; y, al vino, vino.”, como reza una máxima popular.
Se puede aseverar que el profesor es alguien que simplemente imparte conocimientos adquiridos, que les han sido transmitidos por otros; y que él, sigue la cadena, retransmite. Dicho sea de paso, es lo que más abunda en la actualidad, copistas y transmisores de lo ya sabido, con poca o ninguna creación, al igual que aportes propios.
En cambio, el maestro, amén de aportar conocimientos, que les fueron transmitidos, o auto intuidos, también predica de forma directa con el ejemplo, y la corrección oportuna. La mejor muestra está constituida por un “gran botón universal”, que lo fue el trabajo divino que realizó el amado Maestro Jesús, durante su vida de ministerio en el plano terrenal, hace ya más de 2000 años.
Retransmitir conocimientos, informaciones o predicar, sin ejemplificación alguna y correctivos apropiados, es una actividad que suele reportar muy pocos niveles de aprendizaje al final, y mucho menos del concienciar a que se aspira. De ahí que, en parte, una cantidad significativa de los egresados hoy de nuestras universidades, adolezcan de tantas fallas, luego de recibirse, y al ejercer ya como profesionales.
Cuando por cualquier circunstancia nos vemos en la obligación de reparar sobre el irrespeto y el desorden que han venido caracterizando a los dominicanos durante los últimos tiempos, no obstante las tantas informaciones orientadoras que fluyen, las ostentaciones de conocimientos por parte de las autoridades correspondientes, como las prédicas dirigidas o enunciadas periódicamente, podemos advertir cierta similitud de esa situación irregular que se nos viene encima, cada vez con más expresión, respecto de esa consideración ordinaria de profesor y maestro a que hemos venido aludiendo, debido a la falta de los ejemplos requeridos en ambos casos, mismo que la poca voluntad de corrección y de la aplicación de los controles pertinentes, que son de las cosas comunes que normalmente se exhiben en la República Dominicana.
A propósito del mes de febrero de cada año, siempre ha sido declarado en el país como el “Mes de la Bandera”, por los hechos históricos concernientes a la proclamación de la Independencia de la República, acaecidos durante igual período del año, en 1844. De ahí que sean realizados variados eventos alusivos a nuestro Lienzo Nacional, como símbolo patrio de alta significación y digno respeto, por parte de todos los dominicanos.
En consecuencia, se trata de orientar a los niños y la juventud, principalmente, a través de charlas o conferencia académicas sobre el valor representativo de nuestra Bandera; el mensaje implícito en la confección del Escudo Nacional, colocado en su centro, como el porqué del diseño elegido y la razón de los colores utilizados en la misma. Todo, en pos de honrar a los Padres de la Patria, y de la recordación del compromiso legado por éstos, que nunca debemos eludir.
Pero, lamentablemente, una cosa es lo que aquí se dice, y otra, lo que se hace. El respeto por la Bandera Nacional está en decadencia, producto de esa situación; el patriotismo, el nacionalismo, y la soberanía de los dominicanos, son cualidades o deberes, si se quiere, que ya cuentan muy poco. Hasta el terruño que representa ese Símbolo está siendo enajenado paulatinamente; transferido de manera sutil a foráneas personas o empresas, que lo explotan y embarcan sus productos, para aumentar sus lejanas haciendas.
Tan notorios son los desplantes hacia la Bandera Nacional, que no hace mucho tiempo nos enteramos a través de la televisión dominicana, que una de esas seudos artistas, que ostentan de mega divas, hija de un connotado músico nuestro, se confeccionó unos “pantys”, tipo tanga, si no nos falla la memoria, con un diseño representativo de dicho Lienzo, en la parte frontal de la vulva (Monte de Venus), posando luego con ellos para la portada de una de esas revistas muy “instructivas” para desaprensivos sociales.
Recordamos que, al saber de la ocurrencia, uno de nuestros más osados y aguerridos periodistas-comunicadores, señor Delis Herasme, en uno de sus programas televisados “Anocheciendo”, abordó ese episodio tan degradante para la sociedad dominicana. Tronó, como era de esperarse, y sugirió las medidas correctivas que a su entender ameritaba el caso. Pero todo, aparentemente, como que cayó en el vacío; pues, a partir de la voz de Delis, y la presentación en la pantalla televisiva de dicha portada, jamás volvimos a escuchar nada sobre el particular, que recordemos. Si es que algo se hizo, no trascendió.
Entonces, de qué valen las transmisiones de conocimientos y las prédicas alusivas a ese connotado Lienzo Nacional, tan maltratado, si todo se queda a nivel de palabras; si no hay sanciones que sirvan de ejemplos.
No se puede dudar que a alguien se le ocurra un día, usar la Bandera como centro decorativo en un paño de cocina, o en alguna toalla para las manos, en cualquier excusado o sanitario público. Después de una travesura como la señalada, todo es posible.
En verdad, es una situación muy penosa y desagradable el irrespeto a nuestra Bandera, y que las autoridades competentes no se decidan a establecer una interdicción directa sobre el particular, como la vigilancia y el estricto control que requiere una actitud de esa naturaleza, vergonzante a todas luces.
Finalmente, y continuando con el desorden y la falta de respeto, aunque ya en otro tenor, pero por igual, producto de las prédicas, sin ejemplos y los correctivos de rigor, uno se pregunta, hasta cuándo van a permitir las autoridades de tránsito, el tráfico de camiones, cargados con todo tipo de material, sin la protección de la loma debida, conducidos desaprensivamente, durante las llamadas “horas pico”; como de “patanas” y otros equipos pesados: tractores, palas mecánicas, etc., exponiendo a grandes riesgos los tantos vehículos livianos que transitan durante esos periodos, amén de los taponamientos que provocan. Es una pregunta que dejamos como tarea para los funcionarios competentes en el área.
Rolando Fernández
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