Sí, los que otrora conocían bien de arte y espectáculos en Dominicana, y que lamentablemente concluyeron sus ciclos terrenos existenciales sin dejar relevo alguno, gente con condiciones que fuera capaz de emularles a posteriori, al menos en un cincuenta por ciento de lo que aquellos fueran.
El mejor y más objetivo “certamen”, o evento anual que se tuviera en el país, para reconocer, motivar dedicación, el desarrollo de valores latentes en ese tenor, y aquilatar, como premiar por supuesto, lo constituía el llamado acto especial de los “Premios Casandra”, con una esencia primigenia de gran valor, ya que la misma tenía como referente a esa excelsa dama del arte nacional dominicano, y también del honroso vivir social nuestro, doña Casandra Damirón. Hasta pronunciar el nombre de esa señora, aún en la actualidad, hace sentir bien.
No obstante, esa festividad anual tan llamativa la fueron degenerando por completo debido a los aprestos comerciales, los padrinazgos personalizados, y el “toma” a cambio de, que le fueron introducidos, hasta convertirlo en una simple ceremonia, para premiar la mediocridad en todas las vertientes artísticas que se tienen a nivel local.
Fue cayendo tanto, hasta llegar a vérsele el “refajo”, como se dice popularmente. Se fue tan lejos, que hasta el nombre original lo hicieron desaparecer, y entonces fue que se convirtió en objeto de las más acres críticas por parte de los que saben de arte y valoración relativa en este país, según sus diferentes géneros.
Con el último llevado a cabo, denominado en el presente “Premios Soberano”, se le acabó de poner la tapa al pomo. Las críticas amargas han llovido, como aguas de mayo, y muchas provenientes de personas que denotan poca capacidad en la materia. ¡Hay que imaginarse lo que habrán dicho los que saben!
¡Qué producción más mal lograda! ¡Cuántas basuras en escena! ¡Qué dejen eso ya! Aquí no hay nada que premiar en ese orden, que no sea la mediocridad reinante, y el mal sentido del arte en realidad, que ahora se pincela con lo estrafalario en el vestir, la degradación física y verbal, como los exhibicionismos indecorosos corporales. Con esos últimos es que se busca en verdad llamar la atención, y se procura la popularidad.
Cosas como esas son las que se han dicho por doquier. ¡Qué pena! Ni siquiera se encontraron personas con condiciones óptimas para designar a los “conductores oficiales” del llamado Soberano, cuyo trabajo de los esta vez elegidos, dejó bastante que desear. Esto final también se ha agregado con énfasis. ¡Ni siquiera para tal labor aparecen ya los buenos!
Se habla de innúmeros errores incurridos, que no escaparon a los reporteros de la prensa local al momento de reseñar sobre la actividad. Entre ellos se mencionan: “micrófonos abiertos, los conductores un poco perdidos en el escenario, un guión que no ayudó mucho y una dirección televisiva que se salía de control”, entre otros. (Periódico “El Día”, del 2-6-16),
Y claro, como ese escenario está convertido desde hace ya muchos años, en una vitrina para los exhibicionismos de costosos vestuarios, peinados, poses osadas, y las muestras de accesorios embellecedores de todo tipo, en busca de crear imágenes vendibles, como para hacer ilusas figuras físicas y aparentar, los denominados “memes” modernos, con imágenes satíricas que llegaban muchas veces hasta la mofa y burla, en dirección hacia varios de los presentes participantes, nominados y premiados finalmente, no se hicieron esperar en las redes sociales. ¡Era de suponerse!
Siempre se ha dicho que, “del dicho al hecho hay mucho trecho”, queriéndose significar distancia. Pero, en este caso se pudo verificar una fehaciente realidad contraria. ¡No hubo tal lejanía!, pues dicho protocolo, aun se quiera justificar con la incertidumbre de las posiciones respecto del tiempo de costumbre, se estimó como un gran fiasco. ¡Quizás uno de los peores en su clase!
Y, no solamente en términos de la preparación, u organización general debidas, sino que también se prosiguió reconociendo y premiando a mediocridades, dizque representativas dentro del arte nacional, que ha sido siempre el factor de mayor crítica relativa, a partir de que el gran referente a emular, que lo era la excelencia artística de doña Casandra Damirón, como las cualidades éticas-morales de aquella gran ciudadana en adición, se tiraran por la borda, para dar paso a otros cuestionables atributos, o valores “aquilatantes”.
Lo ocurrido en esta ocasión en torno a dicho evento, debe mover a reflexión sostenida, tanto a los organizadores del mismo, como a los “paganinis mercadológicos” que lo costean en general, para que de continuar, en el futuro se puedan lograr resultados más loables; que la gente quiera volver a presenciar de nuevo el espectáculo el año próximo; y que, de esperarlo, no se desilusione, y proceda a dejar de verlo a la mitad, como tantos lo hicieron esta vez, y lo manifestaron luego.
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