Una apertura general en Dominicana, obviamente impensada, según es lo que se advierte, en términos de tener que afrontar más adelante las autoridades del país, una gravosa situación de crisis sanitaria como la que hoy apremia, y con tendencia a profundizarse en el futuro inmediato. está dando muchos dolores de cabeza en el presente, algo que se pudo haber evitado.
Innegable se reporta que, en el momento de decidir sobre dicha apertura, primaron las apetencias empresariales de orden económico-comercial, por encima del alto número de infectados posibles a derivar, y que tanto aquí se evidenciaba; como, los riesgos probables en adición, implícitos en la pandemia;
También, cuántos efectos posibles a desprenderse, respecto de una problemática en la salud pública tan significativa, como la que ha venido cursando en el país, desde que el poderoso virus “COVID-19” se presentó entre nosotros, con su amplio abanico de secuelas, bastante infecciosas, por cierto.
Han venido a complicar más el panorama nacional en ese sentido, las mofas, e indisciplinas observadas entre los ciudadanos locales durante los últimos meses del año próximo pasado, en relación con tan seria situación de salud, que asaltara de repente a los dominicanos.
En ese orden son destacables: el no uso de mascarillas; celebraciones navideñas en grupos; aglomeraciones de gente a granel; “fiesteos” sin control, como bebentinas; y, cero distanciamientos sociales, etc.
Los factores expuestos más arriba, se les considera como las causales principales, que han hecho que el potente virus señalado esté respondiendo en esta nación, desde hace días ya, con mayores contagios, y nuevas cepas, que vienen infectando a más personas cada vez.
Ahora, no se encuentra qué hacer, qué no sea, obligar a que la gente se vacune, o se refuerce las dosis ya recibidas. ¡Lo más fácil, verdad!, con el agregado negativo se entiende, de no haberse hecho ponderación sosegada alguna, previamente, ni ayer, como tampoco hoy, en torno a dicha decisión. ¡Inexplicable eso!, por supuesto.
Como, menos aún se reparó sobre las peligrosas consecuencias eventuales, en cuanto a los efectos secundarios reales que se puedan presentar en los humanos objeto, producto de las inoculaciones pasadas, como de esa que ahora se trata: la llamada tercera dosis de refuerzo.
En ese mismo sentido, tampoco se ha analizado, el que la combinación de los ingredientes de esa, que se dicen distintos, aunque con mayor eficacia que las sustancias componentes de las anteriores, tienda a provocar una afectación de mayor grado, en la salud general de las personas, en comparación con aquella capaz de producir ya, después de las dos dosis anteriores, el mismo virus del COVID-19, y sus nuevas derivaciones.
Preciso es recalcar, qué no todos los organismos humanos son iguales. ¡Referentes de algunos problemas ocasionados hasta el presente, los hay, y merecen especial atención!
¡Qué se corra el riesgo de malograr el estado de salubridad-base existente en las personas! ¿Y qué? Parece ser, que poco importa a los ideólogos de la iniciativa, el que la población, compulsivamente, tenga que continuar vacunándose.
Se está obligando, de nuevo, a una tercera dosis en estos momentos; no sabiéndose ni siquiera bien, qué es lo que, en realidad, se le ha estado inyectando a los ciudadanos.
Preciso es recordar que, algunas de las autoridades, y sus ecos resonantes a nivel de los medos de comunicación local, que están opinando sobre la problemática sanitaria en curso y sus manejos, ¡no saben de medicina!
Es obvio que, desde algún tiempo ya, los controles oficiales preventivos pertinentes, como la conciencia ciudadana necesaria, para los cuidos de lugar, motivos poderosos del “problemazo” hoy, han venido brillando por su ausencia en el país.
Entonces, por ahí si es que debe ir en línea directa toda la atención oficial: ¡concienciar a la población, y prevenir! El asunto no es solo vacunar. Cuántos han resultado afectados después de; y, no solamente aquí, sino en otros lugares más organizados que éste, y que disponen de una mayor, y mejor planificación sanitaria.
Por todo lo expresado anteriormente, son previsibles. mayores contagios en el seno la población nacional, frente a las tantas limitaciones de orden médico-hospitalario que se tienen en esta nación; con el agravante de la poca capacidad económica de muchos ciudadanos para enfrentar el mal, si es que tienen que recurrir a los centros asistenciales privados para las atenciones debidas; y, poder satisfacer, como aquellos esperan, las apetencias en ese orden, tales empresas que son.
Igual ocurre con las aspiraciones especulativas de los mismos laboratorios clínicos, en que se deben realizar los eventuales afectados, las analíticas exigibles y necesarias, para entonces ser tratados por los médicos.
Se entiende que, en esos últimos establecimientos, por los procederes que observan, y que distan mucho de la solidaridad con los pacientes, que demanda la seria pandemia la actual, lo cual se obvia, “está haciendo el agosto en diciembre”, tal se dice popularmente, y según vienen sosteniendo algunos entendidos autorizados, hasta del mismo sector oficial, por lo que se están elevando lo reclamos de lugar.
Por consiguiente, “OJO AL CRISTO”, señores autoridades oficiales de la República. La problemática sanitaria de que se trata podría tornarse peor. ¿Y, cómo se le va a enfrentar aquí con la efectividad requerida?
Téngase bien presente que, “rectificar es de sabios”, según afirman aquellos que mucho saben. Además, ¡no serían ustedes los primeros que lo hacen!
Si la necesidad obliga a ir de nuevo hacia atrás; como, a enfrentar la especulación en el costo de los servicios relativos que se evidencia, para prevenir males sanitarios mayores entre la población, debido a la pandemia, ¿por qué no hacerlo ya? ¿Por qué esperar que las cosas se deterioren más?
Autor: Rolando Fernández
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