Para muchas personas, probablemente tal aseveración resulte chocante. Y, hasta me podrán continuar diciendo, “mira por lo que éste se preocupa”. Pero, pueden estar seguros aquellos que tengan la posibilidad de leer este testimonio, que esa es la verdad monda y lironda.
Los animales todos, son de gran significación para mí. Les entiendo nuestros hermanos menores. Y, por tanto, siempre he creído que se les debe dispensar un trato afable y adecuado. Nunca, de deprecio y marginación alguna. Perciben las actitudes de esa naturaleza, y las sufren, tal cual los mismos seres humanos. Al igual que advierten los estados depresivos en sus amos, y tratan de reconfortarles a su manera.
Eso que decimos, con respecto a querer externar hoy públicamente pareceres a través de un medio de comunicación, es la realidad. Y es que, si no hubiese sido por una penosa situación que nos afectó bastante emocionalmente, debido al maltrato y desprecio vulgar de que eran objeto unos pobres canes callejeros que procuraban conseguir algún tipo de alimento, como protegerse del Sol y las lluvias en los parqueos del residencial en que vivimos, por parte de personas desaprensivas y acomplejadas, que creen que sólo ellos tienen derecho a subsistir, no pensamos que hoy estuviéramos tratando de escribir artículos de opinión, sobre tópicos diferentes.
Realmente, nuestra inclinación por los animales, amén de la situación descrita, que culminó entregando los desvalidos perros a una institución, dizque protectora, a escondidas de este humilde servidor, que era el único residente que se preocupaba por los mismos, suministrándoles comidas, medicamentos y hasta servicios veterinarios, pues además de requerirlos y proceder, ellos ofrecían su concurso, en términos de seguridad nocturna, a los vigilantes pagados del residencial, fueron las causas originales que nos movieron a escribir en principio; y obviamente, nos trazaron las pautas por donde comenzar.
Fue algo que vino a rebosar la copa, yo diría, de la indignación e impotencia, ante los malos tratos, los atropellos, la vejación y los abusos que se verifican en este país con respecto a los diferentes tipos de animales domésticos que tenemos, situación esa que se verifica a la vista de todos, en nuestras calles avenidas, sin que nadie se preocupe realmente por tratar de subsanar esas actuaciones tan deprimentes que se dan, como son los casos de los indefensos perros que matan los carros y motores, al igual que los caballos y burros que usan como medio de tracción, recibiendo latigazos y palos, cuando les asfixia el calor y sienten sed; o, les afectan los gases que despiden los vehículos, en medio del caótico trafico que nos gastamos los dominicanos.
Es por ello que, los primeros artículos que escribiéramos se correspondían con esa problemática, titulándolos “Aquí que copiamos tanto”, e iniciar haciendo referencia al cuido y defensa de los animales que caracteriza a los norteamericanos, e invitando a su emulación en este país, ya que sólo de ellos copiamos las cosas malas, cuando por alguna circunstancia tenemos que ir de paseo, o vivir en aquel territorio.
El segundo artículo, “A los hermanos congresistas”, versó sobre la solicitud debida, como la necesaria modificación y actualización de la Ley No.1268, del 23 de octubre de 1946, que trata sobre maltratos y protección a los animales, vigente aún; pero que, como se observa, data desde hace demasiado tiempo, y sus estipulaciones, como las penalidades prescritas para sus violadores, resultan para esta época, de poca consideración, y muy benignas, respectivamente.
También se incluía la petición, de que se contemplara en la misma la adhesión total en el país a la Declaración Universal de los Derechos del Animal, adoptada por la Liga Internacional de los Derechos del Animal y la Ligas Nacionales, aprobada a su vez por la UNESCO y la ONU, cuyo artículo 1ro., reza:
“TODOS LOS ANIMALES NACEN IGUALES ANTE LA VIDA Y TIENEN LOS MISMOS DERECHOS A LA EXISTENCIA.”
¡Lástima que hasta ahora nada se haya hecho!
Evidentemente, esa preocupación e iniciativa nuestra tenían que contar con las orientaciones y ayuda de personas ligadas a los medios de comunicación, ya que desconocíamos totalmente ese ambiente profesional.
Conversando, y tratando de publicar entonces, ese primer artículo en algún medio de comunicación, fue cuando tuvimos la oportunidad de conocer al señor Orlando Miguel, director de COINTER, persona muy colaboradora y diestra en el área, quien nos ofreció amable y desinteresadamente su ayuda, y nos trazó algunas pautas a seguir en cuanto a la redacción periodística y la confección de los títulos para encabezar los trabajos.
Nos enteramos además, sobre el sentido de colaboración, ayuda y receptividad que caracteriza a la señora Cosette Bonnelly, directora ejecutiva del prestigioso periódico “Nuevo Diario”, en su versión digital, a quien osamos dirigirnos, pidiéndole, después de su consideración obvia, incluir en el medio aquella publicación, encontrando en ella el favor de su valiosa atención; y, comprobando también, la amabilidad peculiar que le distingue, según las informaciones que recibiéramos.
Hoy, queremos agradecer públicamente, tanto al señor Orlando Miguel, que nos orientó debidamente; al igual que a doña Cosette Bonnelly, por el concurso y apoyo brindados, como principiante y osado articulista, amén de permitirnos, cortésmente, la oportunidad de participar como colaborador de ese preciado medio de comunicación que ella magistralmente dirige; y no menos, a su director general, en su edición impresa, Don Persio Maldonado.
Gracias sentidas al Todopoderoso, ante que nada, como a ellos después, y a los inolvidables canes, Nico, Lolo, Bronco, Bella y Shao, cuya partida, y posterior ausencia, sirvieron de bujía inspiradora inicial, en nuestra de decisión de comenzar a escribir artículos de opinión, cuyo número de los hasta hoy publicados, sobrepasa los mil.
Gracias reiteradas, a Orlando Miguel, como a doña Cosette, y don Persio Maldonado. ¡Que Dios les bendiga siempre!
: Rolando Fernández
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