Durante la celebración de la Semana Mayor que acaba de concluir, en la que como siempre se habló de Jesús, Jesucristo, su pasión, muerte y resurrección, como de Judas Iscariote, por la supuesta traición, como de Pedro, por la negación en la que incurrió, salió a relucir con fuerza en algunos círculos de conversación, una inquietud de los pensadores religiosos tradicionales, a la que no encuentran una respuesta satisfactoria en ese marco.
Se trata del supuesto acto de traición en que incurriera Judas, al vender, y entregar a Jesús, ya encarnando el Cristo, a la multitud enviada por los principales sacerdotes, y a los ancianos del pueblo, que fueron a prenderle para enjuiciarle, como se estilaba entonces, tal cual pasó.
Esa es una interrogante que de ordinario se han planteado todos aquellos que nunca se han decidido por dejar el ámbito de las enseñanzas convencionales, y adentrarse en el contexto de los conocimientos sobre la espiritualidad esotérica, en busca de una respuesta satisfactoria, no la teológicamente retransmitida.
A ese respecto, cabría transcribir aquí, para edificación complementaria, lo siguiente: “Los humanos Atributos del Altísimo, debéis nacer de un Amor Virgen, en un humilde pesebre, es decir en el lugar a donde ciertas bestias mansas que prestan algún servicio acuden a alimentarse. (Esto quiere decir que debéis ser humildes y de corazón contrito, lleno de fe y confianza en Dios, hasta el grado de descender, en vuestro nacimiento espiritual, al lugar mismo a donde animales mansos – personas inconscientes, pero de buena intención – acuden a proveerse de alimento, queriendo decir en el caso de personas, de alimento espiritual, en donde llenos de sorpresa ven que en vez de su alimento de siempre – las creencias rutinarias de cada pueblo de la Tierra, tienen ante sí una verdadera revelación, y entonces, lejos de comer – de seguir con sus rutinas -, ayudan, en cambio, a dar calor a ese ser que acaba de nacer, es decir, a la revelación ante la cual se encuentran, y a fin de que crezca y se haga manifiesta a muchos más. Así, pues, a ese pesebre – lugar a donde se hace manifiesta la revelación – deben llegar las bestias, sumisas y humildes, condición a la que también debe llegar la naturaleza humana o animal.)”. (Obra: “La Vida Impersonal”, de Joseph Benner, página 128)). Nota que agregamos: “ser que nace”, Conciencia del YO SOY, el Cristo.
Cuando se trata de hollar los caminos de la espiritualidad, no de la religiosidad, se puede lograr la obtención de conocimientos más acabados sobre Quién en verdad fue el amado maestro Jesús, y después Jesús el Cristo; como saber lo que se debe, en cuanto a la verdadera esencia de su Ministerio terrenal; su misión de encarnar después de los treinta años cronológicos, cuando fue bautizado por Juan el Bautista (El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? – S. Mateo, 21-25, preguntó Jesús a los principales sacerdotes y a los ancianos inquisidores del pueblo que se le acercaron, en el marco de sus dudas), la Magna Conciencia de la Divinidad Suprema, como de ejemplificar para la humanidad el sendero a seguir, para el retorno definitivo de los Egos encarnados en el plano físico hasta su Fuente originaria, el Padre Supremo en los Cielos. “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. (S. Juan 14-6). ¡Tienen que hacer lo que yo estoy haciendo!, dicho en un lenguaje más llano.
En consecuencia, todo cuanto ocurrió durante el período de su misión, trabajo divino en el plano físico, fue presupuestado de antemano por la Conciencia Magna que utilizaría su cuerpo físico para encarnarse; y por supuesto, era del conocimiento previo de Jesús, ya que era un Maestro Ascendido.
Podemos ver, según la Sagrada Biblia, que Jesús designó Él mismo a sus doce apóstoles, y les dio instrucciones precisas de cómo actuar en lo adelante. (S. Mateo 10).
Luego, anunció su entrega por parte de uno de sus apóstoles, y lo señaló previamente, Judas Iscariote, con la indicación exacta, y la advertencia de rigor, en cuanto al devenir que le esperaba; amén de especificar, que el acto se producía según estaba escrito – Escrituras de los profetas -, la entrega del Hijo del Hombre. (S. Mateo 26: 21-25, y 56).
Incluso, como forma de aceptar conforme la situación de detención, tras la entrega de Jesús a la multitud por parte de Judas, le preguntó a uno de los suyos que intentó defenderle, hasta amonestándole, se podría interpretar. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? (S. Mateo 26-53). Evidentemente, como queriendo decir, ¡para que lo protegieran! Eso confirmaba, que el apresamiento era algo que tenía que pasar.
De igual forma habló, sobre la negación de Pedro, tres veces antes de que cantara el gallo, tal cual se produjo, aunque siendo negado por aquel, que lo haría. (S. Mateo 26-34-35, y 69-75).
Como se puede advertir entonces, a partir de la misma Biblia, Libro Sagrado al alcance de todos, y por el que se rigen, y respetan las religiones convencionales, el Ministerio del maestro Jesús, en dos roles, fue programado de antemano por el Padre Supremo, para expresión y manifestación de Éste sobre el plano terrenal.
La misma elección del maestro Jesús, ya con la Tercera Iniciación, según se sostiene dentro del esoterismo, para tales propósitos, al igual que, la de los padres físicos elegidos como intermediarios para la procreación del Hijo del Hombre, no fueron accidentales ninguna de las dos. Todo fue programado con antelación, tal cual lo sucedido.
Por consiguiente, el papel a desempeñar por cada uno de los apóstoles, que reiteramos fueron elegidos por el mismo Jesús, como es lógico entender, también estaba incluido como parte de la misión encomendada, por lo que hablar de traición de Judas, y la negación de Pedro, como actos “ex profesos”, voluntarios, con respecto al Mesías y su labor divina, luce como emitir juicios algo alegres, sin un fundamento analítico profundo.
Aunque un poco osada la analogía, esos procederes de Judas Iscariote y Pedro, fueron como el equivalente al desempeño asignado a los actores, en el guión de cualquier película, o actividad programada, entendemos.
Es por todo lo expresado que, ¡reiteramos la recomendación!, en el sentido de que, la conmemoración anual de la Semana Santa, como tradición, en la que todo se produjo por Voluntad divina, debido a su alta significación cristiana – cristiana viene de Cristo, Conciencia de la Divinidad Suprema -, merece ser honrada en toda su expresión; como, en términos de la importancia y el sentimiento inductor evolutivo hacia el planeta Tierra, aun no sagrado, y ¡que tiene que llegar a serlo!, través de la evolución de las especies que le habitan, incluida la de mayor adelanto, la humana.
Rolando Fernández
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