No hay que ser un gran arquitecto restaurador, para poner en tela de juicio el trabajo que se hiciera recientemente en nuestra “Puerta del Conde” (Baluarte 27 de Febrero), un monumento histórico representativo de la declaración originaria de la Independencia de esta nación, al que evidentemente se le ha quitado su originalidad vistosa antigua, y atrayente turístico de otrora.
No para pocos aquí, se le ha borrado, consciente, o inconscientemente, el mensaje alusivo envuelto, a aquella gesta patriótica llevada a efecto el 27 de febrero de 1844. Sí, al lugar donde por primera vez se izó el lienzo patrio, o Bandera Nacional. ¡Qué valor tiene ese sitio para los verdaderos dominicanos!, lo cual se tiró por la borda.
La Puerta del Conde nuestra, “escenario del primer acto de Independencia de la República Dominicana”, dejó de ser, en términos de su fachada frontal, lo que anteriormente se tenía: “un edificio militar del siglo XVII formado por dos cubos macizos con un arco en piedra entre ambos”, según los datos enciclopédicos publicados.
Después de haber aparecido con su diseño original en libros de historia, enciclopedias, revistas; e incluso, impresa en billetes de banco nuestros de distintas denominaciones, y acuñada en monedas metálicas del sistema monetario nacional, ahora ocurre que no es así, por la idea “inteligente” de unos nuevos diseñadores que nos gastamos. ¡Desafortunada obra!, que no fue de restauración, sino producto de un invento que podría tener dos lecturas principales, que incluiremos más adelante.
Por restaurar se entiende, en una de sus acepciones, según el diccionario: “Restablecer, volver a poner algo o alguien en el estado que antes tenía”. Eso implica, como obvio, mantenimiento, y corrección de deterioros; pero, sin desvíos con respecto a la apariencia primigenia de algún objeto o monumento de recordación histórica trascendental, como lo es en el caso que nos ocupa.
Evidentemente, no fue lo que ocurrió con nuestra Puerta del Conde, que ahora se nota mucho más joven, como si hubiera sido objeto de un acicalado especial. Parece una moderna construcción, olvidándose que las características del viejo patrón formaban parte de su gran significado.
Eso es algo que podría hacer olvidar a muchos dominicanos, lo poco que conocen sobre aquella efeméride patria, por la que hoy son libres – ya ni siquiera nuestra historia se quiere leer, – acaecida hace tantos años, y que un sinnúmero de extranjeros, como nacionales títeres alienados, están por borrar de las mentes de los aquí nacidos, por razones de “geopolítica-anexionista”, se podría decir, referente a los dos pueblos hermanos independientes que ocupan la isla, propósito por el que hace mucho tiempo se viene propugnando. Sería una primera lectura de las que indicáramos más arriba: ¡el metamensaje!
La otra, la de un mal casi endémico entre nosotros, designar politiqueros ineptos en los puestos nacionales de importancia, por “reciprocidad proclamativa” en favor de los gobernantes de turno durante las campañas electorales llevadas a efecto, aunque vayan a hacer disparates desde las posiciones, que tantos los etiquetarían como “burradas”.
Pero, eso es para que los elegidos puedan recuperar los recursos económicos que fueron invertidos durante los procesos electivos. Y claro, los agraciados llevan a sus canchanchanes, a los que se debe dar a ganar algún dinero también dentro del juego. ¡Ahí está la segunda lectura!
De ahí también se desprenden muchas de las acciones incorrectas en las que se incurre, las cuales casi nunca se pueden catalogar como erradas, sino como torpes, para razones de ineptitud; buscándose luego por supuesto, todas las maneras de justificar cualesquiera decisiones cuestionadas que se adopten, aun los daños que se hayan causado, y que se reportan como muy difíciles de enmendar después.
Pero, ya los cuartos malgastados, que salieron de los bolsillos del pueblo, a través de las gravosas cargas impositivas, no se pueden recuperar. ¡Se quedan para usufructo de los políticos participantes!
Vista la forma en que nos quedó, después de esa desacertada labor para tantos pensantes nuestros, la denominada “Puerta 27 de Febrero”, en el año 1933, haciendo honor a todos los “febristas”, por órdenes de Rafael Leonidas Trujillo Molina, presidente a la sazón del país, y de acuerdo con las informaciones históricas que se tienen, para entonces más luego, en 1935, ser declarada por el Estado: Monumento Nacional Dominicano, alguna gente que da rienda suelta a su mente, osa expresar que: “de milagro no la pintaron de morado, con franjas blancas y rojas a los lados, para un mayor simbolismo representativo de los principales partidos políticos nacionales, destacándose el gobernante actual”.
Finalmente, muy interesante resulta un trabajo que escribiera Plinio Chahín, con puntualizaciones bastante precisas y enjundiosas, en relación con lo que aquí se trata, que él intituló: “LA PUERTA DE EL CONDE ¿RESTAURACIÓN O ERROR?”, en AREÍTO, periódico “HOY”, del 26-4-14, cuya lectura nos permitimos recomendar a todos cuántos se sientan ser verdaderos dominicanos.
¡La interrogante que encabeza, queda de tarea!
: Rolando Fernández
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