Tremenda realidad local deprimente, esa que expone Amparo Chantada, en un trabajo que publicara en el periódico “HOY”, edición de fecha 30-6-17, intitulado “La televisión dominicana, un castigo”, en que, sin muchos rodeos, dice lo que es la llamada pantalla chica en este país, que bien se puede considerar, agregaríamos nosotros, como un vertedero de basuras programado.
Evidentemente, eso no es casual; sino que, la razón se ve de lejos, como la compraventa aquella de que se habla; y, tiene un propósito marcado: seguir haciendo más estúpido a un amplio segmento receptor de la población, con un abanico de sandeces, telenovelas, mujeres semi-desnudas, homosexuales en exhibición, inmoralidades, y chismes políticos, acompañados de los “bocinajes” de estilo, bien pagados en ese orden, etc.
Además, comentaristas y analistas de baja monta; anuncios publicitarios, muy mal elaborados, por cierto, permitiendo verificar estos últimos, que, a través de tales producciones, se puede comprobar el nivel de mediocridad de los pueblos, de “taración” existente en los mismos.
La verdad es que, muy pocas cosas que sirvan se pueden ver en la televisión nacional. ¡Qué falta hace doña Zaida!
Ahora, no la consideramos un castigo propiamente – recomendable como tal -, partiendo de una de las acepciones del término: “Pena que se impone a la persona que ha cometido un delito o una falta o ha tenido un mal comportamiento”. ¡No creemos que este pueblo merezca tal punición, como esa de tener que maltratarse su vista y oídos, observando y escuchando tantos disparates!
Sí nos parece, reiteramos, que es una poderosa herramienta que viene utilizando el sistema político regente, en connivencia con el sector económico gravitante, para de esa forma poder lograr un narigoneo más efectivo, entre las personas locales que pierden su tiempo presenciando todo ese material cualquierizado que se televisa localmente, y se les presenta, cargado de burradas, como de falta de capacidad en los productores y exponentes seleccionados; con ribetes además, de nudismo femenino extremo, y sexo degenerado a todo dar.
Cuando se hace referencia en el trabajo señalado a la intervención que debería corresponder al Ministro de Cultura designado en el presente, a pesar de las cualidades que se le puedan atribuir, se percibe que no gran cosa se podría hacer para enmendar desde dicha posición; sino que, se debe continuar transitando por los mismos caminos para evitar malquerencias, ya que ese es un cargo que está politizado, al igual que los demás dentro del tren Estatal. Se vio con gran preocupación quien fuera el incumbente anterior, para muestra, que posiblemente ni siquiera sepa lo que en realidad significa el término cultura.
Luego, esa preocupación de que el señor Pedro Vergés, “no tenga otras ambiciones que las de organizar una Feria Infantil del libro y un concurso muy poco literario”, no se deberían tener, pues se sabe lo que hay en el panorama nacional relativo a cultura, desnaturalizado por la politiquería y la penetración desde el exterior.
Lo que sí llama un poco la atención es que él insistiera para ocupar ese cargo, como se dice, a sabiendas de que poco o nada se podría hacer desde allí, en términos culturales, y menos a través de la televisión local, tomando como referente histórico al gran maestro Juan Bosch, del cual solo se recuerda su imagen y obra para embaucar, por parte de los ingratos, e irrespetuosos alumnos hoy a su memoria.
De otro lado, aunque con relación a lo que se expresa, choca bastante, que el señor Vergés no advirtiera, el que pasaría también como uno más por ese cargo; solo para hacer bulto; sin labor loable que recordar después durante su gestión.
Autor: Rolando Fernández
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