Todo tiene una o varias razones siempre detrás, a las cuales se debe ir, y reparar de manera directa sobre ellas, para poder resolver cualquier problemática, sin importar la que sea.
El asunto de la violencia intrafamiliar, los maltratos hacia las mujeres, los llamados femenicidios, etc., a los cuales se les da tanta prensa en este país, y sobre los que se habla en demasía, como lo hacen algunos teóricos modernos, incluidas las envalentonadas damas promotoras de la mal denominada, y asimilada por demás, “liberación femenina”, que se creen que las cosas se resuelven con solo palabritas y amplios pronunciamientos infundados a todas luces, hay que buscarle sus verdaderas causas, muchas de las cuales se advierten con bastante facilidad. Pero, ocurre y viene a ser que, nunca se les quiere ver, aunque estén ahí de frente, minimizándose incluso ocasionalmente, tan mayúsculo problema.
Por consiguiente, los comportamientos despreciables masculinos en ese orden, que se observan con bastante frecuencia, ya convertidos prácticamente en un flagelo con múltiples cabezas visibles, se debe reiterar, jamás se va a combatir de forma frontal y efectiva, mientras se prosiga actuando con paños tibios; mucha “habladera”; como, una justicia benigna, acomodada y selectiva para los infractores de las normativas legales inherentes. Procede, el tratar de bajar hasta las raíces mismas del asunto, que son diversas, lo cual no se procura en realidad.
Además, evitar el que se sigan promoviendo eventos en los que se trate de inducir a las mujeres, en términos de fortalecer su continuidad hacia la pretendida competencia frontal con los hombres en todos los órdenes, donde posiblemente se encuentra uno de los aspectos incidentes con mayor peso específico, debido a las actitudes indebidas y provocativas, a las que esa intención induce a muchas féminas.
Ejemplo claro: “El Festival de Mujer se inicia hoy en el COJPD”. Es un evento relativo a la celebración de un campeonato entre mujeres que tendrá como anfitrión al país, ¡el más copista de todos!, que estará representado en la juramentación de estilo por la boxeadora Yenebier Guillen, ¡tremendo calificativo para una dama! En la cuestionable actividad para todo ser pensante, sin importar que sea hombre o mujer, se competirá en: boxeo, lucha, judo, karate, taekwondo, entre otras. (Véase “Diario Libre”, del 14-3-14, página 53).
¿Y quién ha dicho que esas son disciplinas apropiadas para el sexo femenino? Entonces, cuando quieren hacer alardes de sus conocimientos en ese tenor, como de ordinario se presenta en muchos casos, queriendo hasta imponer superioridad, que no se quejen las defensoras a ultranza, si es que dan sus “trucazos” a las pretenciosas, y hasta les quiten la vida. ¡Lamentable tener que decirlo, pero es una cruda realidad!
No resulta fácil creer que, a menos que un hombre se encuentre bajo los efectos alucinantes por completo de las drogas; adherido a las directrices trazadas durante los ritos de orden satánico a los que se asista con regularidad; o que, una mujer incurra en verdaderas acciones indebidas, por sus erradas concepciones, el sexo opuesto le va a agredir; y mucho menos, malograrle la existencia física, con las sañas que de común se hace.
Señores, la mejor oportunidad para aquilatar cómo es que las mujeres en la actualidad se les viene condicionando mentalmente para sus procederes inmediatos y futuros, es el escenario de las aulas escolares y universitarias, cuando se les imparte docencia y se tratan algo de cerca.
Con rarísimas excepciones, lo que se denota son “cabezas vacías”, como se dice en argot popular. Sólo luce haber allí dentro “aerocidades”, pretensiones, esnobismos, liberalidad excesiva; una falta de conciencia total con respecto a su verdadero rol social.
Incluso, hay quienes sostienen que, precisamente, por no tener nada en la cabeza que exteriorizar, es por lo que se recurre a los exhibicionismos corporales extremos, para tratar de conquistar a los hombres en base a eso nada más, convirtiéndose desde luego en objeto para satisfacción sexual por un rato solamente. Difícil que se piense en función de una relación duradera, como base para una concretización de orden familiar futura.
A propósito, dice un aguzado columnista nuestro, Luis García, en una de sus acostumbradas y certeras reflexiones: “Las mujeres representan el centro de la unidad familiar, y son las que enaltecen el amor, que constituye la misma vida”. Evidentemente, son condiciones femeninas que pasaron de moda en este país hace mucho tiempo. ¡Lamentable!
En esa misma línea, a veces aparecen titulares en la prensa nuestra, para conferencias y otros eventos relacionados con el tema, que en verdad llaman poderosamente la atención. Verbigracia, “Mujer libre y empoderada”, con el objetivo de que la mujer conozca sus derechos y triunfe tanto en su vida emocional como profesional”. ¿Y los deberes femeninos no cuentan?, se preguntaría cualquier medio pensante.
¡Lindo titular!, el elegido por las conferencistas anunciantes. ¿Por qué no llamarle mejor, “Mujer virtuosa y concienciada”?, que versaría sobre su verdadera esencia y natural rol, amén de cómo poder triunfar en lo profesional”. ¡Ah!, de esa combinación no se habla, ¿verdad?
Los encabezados de los trabajos de ese tipo se deben saber confeccionar adecuadamente, de forma tal que precisen bien los contenidos a enunciar.
Libre, ¿a qué se refiere? Porque ese es un término que tiene entre sus acepciones, dos que se tornan bastante importantes a considerar, según el diccionario “Pequeño Larousse Ilustrado 2010: 1. “Que no sigue las reglas o normas establecidas”. 2. “Que no tiene obligaciones, cargos, normas compromisos, etc.: está libre de preocupaciones.” ¿En qué consistiría la liberad en el caso de las mujeres?
Empoderamiento: Requiere de base sustentatoria suficiente para asumir las actitudes relativas, inherentes a las varias connotaciones derivadas de esa facultad, que no creemos que el sexo femenino las pueda ostentar mucho en estos tiempos, precisamente, por la falta de concienciación, en términos de sus verdadera esencia, reiteramos, como de la alta misión de carácter terrenal a cargo.
Una opinión adicional publicada, en ese mismo tenor, sobre la que cabría hacer mención antes de proseguir aquí, por resultar algo chocante, y que apareció expuesta en otro medio local nuestro es: “La mujer dominicana no conoce su derecho y por eso aguanta violencia intrafamiliar”. (Patricia Franjul, psicóloga clínica y sexóloga).
Haciendo referencia a lo externado, y con todo el respeto que pueda merecer esa joven profesional, en primer lugar, es de gran consenso que el derecho al no maltrato es inherente a toda persona, y muy bien conocido, por lo que no se puede considerar causa-base para tener que aguantar la violencia intrafamiliar. ¡Esa concepción constituye una causa algo baladí para justificar!, en nuestro humilde parecer.
Y segundo, cuando se habla de derechos, también hay que hacerlo con respecto a deberes, cuya observación efectiva de esos últimos, aporta suficiente sostén para exigir los primeros. “La hamaca tiene que ir y venir”, como dice el pueblo.
Antes de finalizar, y a propósito de cuanto se ha expuesto anteriormente, valdría la pena transcribir lo siguiente, con relación a otra de las causas provocantes que pasa desapercibida, en la que no se repara con regularidad, respecto a la problemática que se ha venido tratando, a los fines de que sea enjuiciada con la imparcialidad debida.
Según narra el señor Miguel Febles, en su enjundioso trabajo, “Cómo cambian los tiempos”, publicado en el medio “El Día”, del 14-3-14: “En El Seibo oí, en mi primera juventud, las palabras de una prostituta de las que nunca he podido olvidarme. Ella me convencía para que le pagara tostones con bofe frito en una fritanga junto a la Escuela Manuela Diez Jiménez: “No tienes idea del hambre que pasa una en este oficio”.
¡Cómo cambian los tiempos!
“Conozco en la Capital a una muchacha que vive de este viejo oficio con el que paga apartamento, restaurantes, vehículo. Estudió Mercadeo, habla el inglés con fluidez y acaso estaría en condiciones de pagarme una cena en Sherezade”.
Parece que la mercancía carnal de esa es bastante vistosa, aunque sea a base de cirugías, como es lo ahora se estila, que a veces ponen hasta en riesgo de muerte, y que la sabe utilizar muy bien, cabría agregarse. Ese oficio sí que es de gran propensión actual. Ahí hay pocas responsabilidades y compromisos que asumir. Mucho “chernaje”, pantallas, libertinaje, y exigencias, por supuesto.
Luego, como se puede inferir a partir de lo expresado, no es cuestión de palabritas y ponencias teóricas parcializadas justificativas, como de aparentes aportes en muchos casos; hay que procurar el agarrar el toro por lo cuernos – ¡procúrese determinar y analizar con sosiego e imparcialidad lógica, razones irregulares que requieran ser enmendadas! -, para comenzar a ir resolviendo el problema nacional de los maltratos intrafamiliares, como los deleznables actos llamados femenicidios.
Muy de orden resulta aclarar que, para el autor de esta humilde y extensa opinión, la mujer es el ser más importante que existe sobre el planeta Tierra, por sus roles a cargo, y que como tal siempre se le debe considerar. ¡Descabellado es, apartarse de ese parecer!
Ahora, sí también concibe, que los humanos debemos ser lógicos, no psicológicos. Que las cosas siempre deben ponerse donde van. Y que, los dictados prescritos por la Madre Naturaleza no se deben violentar, por la simple voluntad de los hombres (general).
El autor es un humilde servidor, ¡y nada más!
Rolando Fernández
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