Esa pregunta que se plantea el señor Alfredo Freites, con que aparece intitulado un artículo que publicara en el periódico “Listín Diario”, edición de fecha 21 de abril del 2016: “¿El hombre daba la teta?” tiene una más de esas respuestas relativas a la conformación del organismo humano en general, que están vedadas a la ciencia convencional, y que solamente permiten encontrar cierta orientación satisfactoria por parte de los hombres en el contexto espiritual esotérico, asociado con la creación primigenia de la especie.
Según dicen los que saben, cada ser humano fue concebido por la Divinidad Suprema, como Atributo de Esa, e Idea de Sí Mismo, para expresión terrenal. En dicha formación hay componentes de los dos sexos, y dispuestos, para que cada uno de ellos se desarrolle conforme con el rol “misionario” a cargo. Es decir, cómo habrá de Manifestarle Aquella: ¿tal hombre, o mujer? Además, con las desviaciones kármicas que resulten necesarias, en términos de conquistar efectos acumulados.
Es indudable que, todo cuánto conforma el organismo de las personas resulta necesario. Nada está de más, ni de menos, salvo los casos excepcionales que tienen que ver con asuntos de naturaleza kármica, procede reiterarse, debido al prediseño para cada corriente de vida en particular a cursar.
Por igual, las funciones inherentes a cada una de ésas son siempre específicas, y están manejadas en base al fragmento de Conciencia divina que les es asignado, por La predominante que rige el conjunto orgánico en general.
Por consiguiente, es muy posible que el señor Freites no pueda satisfacer su aspiración en este caso; que no sea lograda, como igual ocurriría con otras partes operativas-funcionales del cuerpo humano, donde la ciencia convencional, por la hondura, no ha podido llegar aún, ni creemos pueda hacerlo en lo adelante, en razón de lo finita que resulta la mente de los hombres.
Algo digno de mención en relación la temática de que se trata, y que procede agregarse aquí, por ser quizás la razón principal de su concepción, es eso que señala el articulista, respecto de una afección de la que ordinariamente padecen las mujeres en sus llamados pechos: el cáncer mamario.
Según él señala, y entiende, el sufrir también algunos hombres de dicha enfermedad terminal en tal área, hace suponer que los varones tengan cosas en común con las féminas, lo cual entendemos no necesariamente es así; lo común no es la causal principal de ese problema.
Transcribimos: “Si miramos a un hombre de frente se notará la presencia de las llamada tetillas que nada aportan en la vida práctica pero que en algunos casos degeneran en cáncer de mama”. ¿Cómo puede enfermarse algo que sólo aparenta ser una decoración masculina? No creemos que sea así. Alguna función deben tener a cargo. El que diseñó la estructura físico-biológica humana, ¡pensó todo!
Sigue él diciendo: “Mi única respuesta es que tenemos cosas en común con las mujeres que la ciencia no ha dado respuesta. Es posible que sí. Ahora, ¿tienen las mismas funciones, como esa de amamantar por parte del hombre, “dar la teta, considérese en el pasado, presente o futuro? ¡No nos parece!
Ese padecimiento a que él alude de manera directa, se puede presentar en cualquier parte de ambos organismos; verbigracia, en el componente físico de mayor tamaño: la piel. Los precedentes están de sobra, y la misma como tal, no tiene sexo, según se conoce.
En nuestra humilde opinión, hay muchas cosas inherentes a los organismos de las personas, que no todos son semejantes, como de la especie animal también, que los seres humanos tendrán que irse del planeta Tierra sin llegar a comprenderlas, por sus limitaciones obvias.
Relacionada con esa apreciación última, una interrogante más fácil, aunque algo similar a la del señor Freites, siempre hemos tenido nosotros, con respecto a dos componentes del rostro masculino: “las barbas y los bigotes”. ¿Para qué son en realidad? ¿Cuáles son en verdad sus funciones? ¿Qué es mejor, procede afeitarlos, o dejarlos crecer?
Y, realmente, nunca hemos encontrado respuestas que se puedan considerar concretas en ninguna parte. Sí, estimadas más bien como creencias o supuestos.
Fuera de algunas consideraciones, motivos, o teorías, que externan los médicos especialistas de la piel, los dermatólogos específicamente, se tiene la presunción, no muy generalizada por cierto, de que esos pelos en las caras de los hombres, guardan estrecha relación con lo espiritual, en términos de sabiduría, e iluminación lograda.
De ahí que, los antiguos maestros esoteristas de cualquier género, y hasta los representantes de algunas sectas religiosas exotéricas, les conservan desde hace cientos de años, siempre intactas. ¡No se las quitan nunca!
En ese sentido, se osaba decir, y aún se hace: que debajo de ese pelaje facial extremo de los hombres, “residían la sabiduría humana, y la evolución particular lograda por la entidad Alma-espíritu encarnada”. Como se puede apreciar, no hay tampoco en ese tenor respuestas en firme fáciles de obtener. Hay que procurar el seguir buscando.
Ojalá que, quien o quienes les puedan responder al señor Freites, también lo hagan a nosotros, en la dirección de ambos componentes faciales de la economía corporal humana masculina.
¡Esperaremos!
Rolando Fernández
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