En este país nos gusta estar teorizando sobre los flagelos dañosos que vienen azotando a la sociedad nacional desde hace ya varios lustros. Pero, muy poco procuramos aterrizar sobre sus reales causas, para desde allí mismo atacarles con voluntad y decisión sostenida, tanto en el orden científico, como puramente estatal-político. También, a través de introducir y promover al mismo tiempo, las iniciativas que las situaciones ameriten.
Tenemos aquí muchas cosas dañinas, que sin usar espejuelos podemos verlas. Tal es el caso de la mal llamada música urbana, y sus correspondientes mensajes lesivos, como vulgares, con incidencias obvias en los patrones de conducta que hoy observa un gran segmento de la juventud a nivel nacional. En dicho género, es muy probable, estén alguna de las causas primarias de muchos males sociales nuestros que se intentan combatir de manera aislada, y con los paños tibios acostumbrados.
Eso en realidad no es música; es una cultura perniciosa, degradante, que viene afectando de manera muy significativa el accionar de los imberbes, principalmente, y promoviendo una degeneración de alto grado, fehaciente, respecto de los procederes juveniles actuales todos.
Tal modalidad “musiquera” se puede calificar como algo sincopado, que incita al uso de las drogas, como al sexo degenerado y sin control, como a otras cosas más. Pero, hay un motivo adicional detrás, la adhesión a los ritos satánicos de la época, circunstancia en la que muy poco se repara al momento de abordar la temática.
Para hacer conciencia, y advertir sobre los inmensos daños que provoca ese mal de la calificada música callejera a nivel de un amplio segmento de la sociedad nuestra, sin discriminar clase, o estrato social, durante el presente, y con innegables efectos traslativos hacia el futuro, no hay que ser psicólogo, siquiatra, musicólogo, etc., simplemente un observador reflexivo, y haber tenido un poco de crianza familiar.
Lo que ocurre es que, eso último, donde en nuestro humilde entender está la base del accionar presente y futuro de los vástagos que se traen al mundo, con incidencia generalizada en la idiosincrasia de los pueblos, se ha dejado de lado por completo, a partir de las pretensiones económicas; el tengo y luego soy de hoy; como sobre todo, los aprestos competitivos del sexo femenino hacia competencia frontal con el opuesto, en el marco de la mal concebida y asimilada liberación que le urge proclamar, e inducir, desde hace décadas.
Las damas de estos tiempos modernos, se han olvidado de su verdadero rol en el seno de las tribus-biológicas sanguíneas de las que logran formar parte. En el presente, los muchachos son criados como vacas y chivos en los colegios, o estancias infantiles, desde muy tempranas edades.
Y, en las casas, son recibidos en horas de la tarde, para proseguir con las formaciones impropias, que les aportan los servicios domésticos, y la televisión malsana que solo pueden ver. Evidentemente, ¡así nada enmendatorio se podrá lograr!
En ese tenor, se expresó con sobrado acierto el sacerdote Gerardo Ramírez, según aparece plasmado en los resultados del amplio conversatorio sostenido sobre la temática últimamente, que reseñara el medio “Listín Diario”, edición de fecha 7-4-14, bajo el título: “Música en el ojo crítico”, donde un sinnúmero de palabritas y frases muy bonitas salieron a relucir, como siempre es lo que se estila, que normalmente se convierten en teorías poco sustentadas, que de ordinario se quedan en el aire; ¡letras muertas y nada más!
Manifestó el representante de la iglesia dentro de la actividad: “La clave: la familia” Dijo en ese orden: “la clave para frenar la descomposición social está en la familia”. Y más adelante agregó: “en el fondo, el problema está en la familia”. ¡Fue bastante reiterativo el religioso católico!, como para que no se olviden sus recomendaciones.
Cabría apuntalar ese parecer del padre citado, con algo que dice la doctora Caroline Myss, refiriéndose al sacramento cristiano del bautismo, en su libro “La Anatomía del Espíritu”, “implica compromisos atinentes tanto a los padres como a los hijos. Por un lado, “la familia acepta la responsabilidad física y espiritual de un hijo que ha traído al mundo”. Lamentablemente, se cumple con el precepto religioso, pero no con los deberes derivados, procedería agregar aquí.
Los participante en el evento, alertaron en su conjunto “sobre la necesidad de atacar las causas primarias desde la educación y el rescate de valores familiares, así como los controles estatales y de los medios masivos de comunicación”. El asunto no es alertar, es contribuir con acciones e iniciativas que vayan directamente a corregir los procederes y las actitudes indebidas en el tenor de lo que se trata.
Ahí estaba presente del diputado Manuel Jiménez; y desde el Congreso de la República, son muchas las cosas que se pueden hacer para intentar corregir todo cuánto está mal en este país. Además, la misma iglesia – todas -, tendría un rol muy importante que aportar, en esa lucha por enfrentar la degeneración galopante que afecta al país, y que ya debe avergonzar a los buenos y verdaderos dominicanos.
En la posición global expuesta, está contenida una concepción muy loable, y de capital importancia: “controles estatales y de los medios masivos de comunicación”.
Ahí están las otras herramientas complementarias que se requieren, ante esta avalancha degenerativa que vienen trayendo a la sociedad dominicana, la incontrolable penetración cultural por una parte, en curso desde hace mucho tiempo; las inducciones alienantes recibidas a través de la red de la Internet; como, la misma televisión por cable, al igual que la local.
El Estado nuestro en su totalidad, tiene que intervenir de manera directa, si es que se quiere contribuir a resolver los problemas de ese tipo, a menos que se quiera hacer honor, y seguir uno de los lineamientos relativos a un poder absoluto, muy similar al que tenemos: “se contenta con que la gente goce, con tal de que no piense…» (Véase: AM., periódico “Diario Libre”, del 7-4-14)
Se debe ser reiterativo en esa petición: voluntad combativa estatal necesaria. Pues aquí, contrario a lo que debe ser, lo que se está haciendo es incentivar y premiar toda esa basura seudo artística, cuyos exponentes parecen animales sobre las tarimas en que actúan, con unos vestuarios y decoración corporal absurda, rayados por todas partes (tatuajes); como además, utilizando aretes y “guindalezas” por doquier; haciendo “musarañas”, y ejecutando movimientos indecorosos, que lo que más dan es vergüenza. Pero también tenemos en el ambiente, las damas que se ven cantando y exhibiéndose, con un talaje de prostitutas que “parte el alma”, como se dice comúnmente.
Cualquiera se preguntaría, y cómo es posible que insultos de ese tipo a la inteligencia de cualquiera, que tenga un poco de cultura musical y artística, sean nominados para el otorgamiento de los hoy llamados “Premios Soberano”. Y que, en adición a eso, según lo señalara el diputado Manuel Jiménez, que sabe de música y de arte, los políticos del patio contraten a esos “ejemplares”, malos referentes de la juventud, durante las compañas electorales, para conquistar a los tarados mentales de los barrios. Tienen que mercadearse a través de esos, “porque quizás hasta pierden las elecciones”. ¡Cuánta inconsciencia cívica y patriótica tenemos aquí!
Dijo el señor Jiménez, de manera completa: “los políticos en la campaña prefieren a ese muchacho que está pegado en el barrio y no pueden dejar de hacerlo porque quizás hasta pierden las elecciones”. ¡Vaya perla!
De decidirse por hacer algo el Estado nuestro, procedería revivir de inmediato la otrora Comisión Nacional del Espectáculos Públicos y Radiofonía, capitaneada por alguien con falda, o pantalones, bien pesados, como lo fuera cuando operaba bajo la presidencia de la extinta doña Zaida Ginebra vda. Lovatón. ¡Sí!, una persona no susceptible de dejarse “narigonear”, o de recibir los sobornos que se puedan proponer.
¡Por ahí, sí es que debemos empezar ya!, dejando un poco la “habladera” para otro momento.
El autor es un humilde servidor, ¡y nada más!
Rolando Fernández
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