Según muchas de las personas que vivieron, y que incluso se formaron académica, como profesionalmente en sí, durante la llamada “Era de Trujillo”, cuando el “Jefe” solo era el mandamás en el país, independientemente de la forma en que se procurara la obediencia ciudadana debida, la educación escolar, colegial, o universitaria que se servía a la población, era una de las perlas más destacable de aquella época, a pesar de las limitaciones de todo tipo que se tenían, entre ellas bibliográficas, y de carácter informativo general.
En aquel entonces, como es bien sabido, ni siquiera se hablaba de computadoras, teléfonos inteligentes, y mucho menos se contaba con la red de la INTERNET; amén de que, reinaba la represión obvia que de ordinario caracteriza a todo gobierno de ese tipo.
Ahora, sí que se podía contar en esos tiempos con un personal docente apto, y abnegado por supuesto, como despolitizado por demás, con cuyo trabajo era posible paliar en gran parte los inconvenientes señalados.
De acuerdo con lo que dicen aquellas personas, el sistema nacional educativo nuestro, era considerado a la sazón como uno de los mas eficientes en toda el área del Caribe, sino el mejor. ¡Bien celoso que era Trujillo con las labores relativas, y las exigencias a los padres, o tutores; para que procuran la formación académica de los muchachos a su cago.
Cuando se trataba de bachilleres entonces, aquellos eran educandos, o discípulos egresados del nivel, con suficiente formación académica, extensiva hasta para cursar estudios, con las bases requeridas, en el grado superior inmediato universitario, Incluso, por la capacidad lograda hasta ese momento, se les considera como “maestros de primera enseñanza”.
Sin embargo, hoy cuánto han variado las cosas; y, la mejor muestra de ello es que, a pesar de las tantas disponibilidades, como facilidades a la mano, apenas saben leer y escribir un poco los recibidos como tales, con excepciones contables marcadas. ¡Increíble eso, verdad!
Ahora, con respecto a la desastrosa situación por la que en el presente atraviesa la educación en Dominicana, a todos los niveles, es fácil advertir las principales e innegables razones que subyacen, desde hace ya varias décadas; a partir del derrocamiento del “Jefe”, se podría decir, sin temor a equivoco alguno.
En primer lugar, están: el fehaciente maridaje político-empresarial prevaleciente en torno al área. (los políticos solo andan en busca de cuartos, y nada más): los negocios a la clara con los fabricantes y vendedores de los agregados escolares exigibles a los estudiantes del presente; como, con aquellos que suministran los comestibles para el estudiantado del sector público (referencia: la famosa tanda extendida, como sus conexos); y, con las impresoras y los libreros dispuestos a compartir beneficios, como a otorgar comisiones a los compradores envueltos.
De otro lado, y segundo se tiene, la adhesión a la “hipótesis” por parte de los sectores hegemónicos de poder aquí, en el sentido de que: mientras menos se eduque a la gente, la sociedad se reportaría más narigoneable; y, en consecuencia, más fácil se le puede embaucar, con los provechos personalizados desprendibles.
Luego, causales para que la educación durante el régimen de Trujillo, aunque parezca inverosimil, por las limitaciones de entonces; el tiempo transcurrido ya; y, los con concursos bibliográficos, como tecnológicos del presente, aportados, fuera mucho mejor que la de hoy, con reconocimientos internacionales incluso en el ayer; como, amén de tomase en consideración la fortaleza represiva de aquel régimen de fuerza, es más que entendible; y, debería dar vergüenza a los gobernantes posteriores que ha tenido la nación dominicana, cuya tendencia ha sido solo a solapar el lucro personal de sus más altos representantes, incluido el ministro de Educación, más politiquero que otra cosa. con contadas excepciones.
¡Increíble! Hace más de cinco décadas, cuando Trujillo, era muy superior la educación dominicana. Hoy es una vergüenza nacional, desde hace años.
Y, con el agravante de la virtualización de moda actual, las cosas tenderán a empeorar más aun en ese orden. Eso, amén de la cantidad de estudiantes que han abandonado las aulas, ante las tantas problemáticas derivadas de la iniciativa, según cuánto ha trascendido.
Esa nueva práctica se puede considerar como una fábrica ineptos, “troquelados” a lo moderno, principalmente; de ignorantes, titulados bachilleres, o profesionales en diferentes disciplinas; pero tales, con un seudo saber representativo social solamente.
También de desencantados estudiantes que han optado por abandonar sus deseos de aprendizaje académico, y que manifiestan sin rubor alguno, “aquí lo que hay que hacer es meterse a político; siempre se consigue más”.
¡Qué pena!, esa innegable cruda realidad nacional.
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