“La ignorancia es un concepto que indica falta de saber o conocimiento, o experiencia y tiene curso común en los ámbitos filosófico, pedagógico y jurídico”. Wikipedia
¡Como corroe ésa el grueso de la humanidad!, sin que nada se procure hacer. Fehaciente la apreciación.
Según la filosofía budista (Budhha Gautama), “la ignorancia es el pecado capital de la humanidad”. Es esa una aseveración que conocen todos aquellos que han tratado de edificarse sobre la doctrina del Iluminado
Cuánto queda demostrado tal señalamiento, con las actitudes y los hechos en que viene incurriendo la gente con regularidad, desde hace un tiempo considerable, y que han estado contribuyendo con un descalabro sostenido de la especie humana, cada vez mayor.
¡Quizás seamos nosotros el más ignaro! Pero, al menos hacemos el esfuerzo por tratar de superar lo que se pueda en ese sentido, que es lo que muy pocos procuran llevar a cabo, lamentablemente.
Se prefiere continuar escasos de conocimientos. Dejarse narigonear por mercadólogos; políticos; y seudo religiosos interesados; medios de prensa; periodistas; comunicadores subvencionados por los poderes hegemónicos de turno, etc.; y, hasta por los llamados hoy empresarios de la salud, que tienen clientes en la actualidad, y no pacientes; los cuales hace mucho vienen deshonrando el llamado Juramento Hipocrático”.
También están los tantos “vivos” generalizados que se gastan las sociedades en el presente, ejerciendo como “todólogos”; qué se venden tales “sabe lo todo”, y confunden a muchos que poco piensan.
Los que se aluden, bien saben jugar con la inteligencia ajena; y, a pesar del gran cumulo de informaciones a la mano que hoy se tiene disponible en fuentes diversas, virtual, o plasmadas en valiosas obras escritas, cuyos contenidos sirven para contravenir en gran medida los mensajes manipuladores que se externan con regularidad, no se realizan esfuerzos, en pos de detener aquellos propósitos malsanos que por lo regular se tienen.
Claro, la preferencia de las personas, en su gran mayoría, es proseguir siendo interlocutores oyentes, y lectores, psicológicos, no lógicos, sin investigar nada; y, no importándoles que las sigan tomando como “tontas útiles”.
Asociado con lo que se ha venido tratando hasta aquí, precisamente en esto tiempos recientes, en que la pandemia del COVID-19, y las cepas derivadas han estado poniendo de rodillas a la población mundial, incluida la sociedad científica, y que la incertidumbre marcada es notable, el limitarse la gente a oír y aceptar es lo que prima.
Muy fácil es percatarse en ese sentido, de cómo se ha estado jugando con los ignaros, qué tan oportunos han resultado, para lograr los objetivos comerciales planteados alrededor de la pandemia, a lo que ha venido favoreciendo sin lugar a duda la crisis sanitaria de referencia.
Cuántos millonarios se han hecho, como consecuencia innegable de la misma, a partir de la fabricación y venta de productos diversos, medicamentos, con principalía las vacunas, mascarillas, y demás efectos considerados preventivos; amén de las analíticas recomendadas, como de la asistencia médica de rigor.
En ese tenor, las diversas obligatoriedades, como las restricciones de distintas índoles impuestas por los Estados, con aceptación poblacional sumisa de obediencia, se mantuvieron por un buen tiempo. ¡Aún se desconocen los efectivos resultados obtenidos!
Sin embargo, de golpe y porrazo, todo eso fue dejado sin efecto. Sí, mandando la gente a concienciarse con respecto al mal, que es lo que se debió hacer desde un principio; y, no estar obligando a nadie, ya que ese tipo de actitud gubernamental siempre encuentra la oposición dentro de la gente objeto.
Ahora se actúa, como si el virus ya desapareció de los núcleos sociales, lo cual no es cierto; pues, innegable es que, aunque quizás en menor grado de afectación, y mortalidad humana, el flagelo sanitario, aún está presente.
Se tiene que admitir, aunque muchos lo nieguen, que, dentro del sector más autorizado, y del que deben provenir los juicios profesionales pertinentes en ese orden, se carece de conocimientos acabados sobre el particular, por lo que muchos connotados miembros pertenecientes a esa clase, científica, se han mostrado algo reticentes, cuando tienen que tratar sobre el origen de esa afección sanitaria mundial; los tratamientos médicos más indicados; y. la cura definitiva del mal.
No obstante, ha sido frecuente oír desde sus inicios, a algunos desorejados, estar hablando sobre las previsiones que se deben adoptar, utilizando los medios de comunicación de masa; aunque, sabido es que, entre esos sabiondos, muchos careen de conocimientos médicos nimios.
Sí, se expresan con relación a tan peligro virus, “por boca de ganso”, tal se dice, y como si de eso supieran. Además, sin tomar en consideración que es un flagelo que hasta ahora ha desafiado la ciencia convencional, y que parece estar diciendo a los envalentonados galenos, que aún les falta bastante por conocer sobre el mismo.
Inclusive, se han venido refiriendo aquellos osados comunicadores y periodistas en su mayoría, a la inoculación necesaria de las vacunas elaboradas hasta el momento, y cuya efectividad aún está en cuestionamiento.
Obvio que, ¡medicar, respecto de algo que aún en realidad se desconoce su origen, se hace bien difícil! Y, riesgoso por supuesto, el estar emitiendo juicios no avalados por completo científicamente hablando.
Pero, es la temática que ha venido estando de moda; y, como siempre, la gente que hace opinión pública, se inclina por estar hablando de eso, aun se carezca de los fundamentos necesarios; para captar atención; o, por encargos que pagan los grupos hegemónicos de poder, a los fines de lograr sus propósitos, políticos, o comerciales.
En relación directa con las vacunas, tampoco se sabe sobre los eventuales efectos secundarios a derivarse, ya que todavía, menos se tienen estudios definitivos en el ámbito científico sobre ese particular. Y, todos los riesgos, según ha trascendido, tienen que correr por cuenta de los usuarios de ésas. ¡Al que vaya peor medicándose así, qué resuelva él!
Hasta ahí llega la osadía de esos “recomendantes”, frente al conformismo que muestran las personas que puedan ser objeto de la afección y sus derivaciones. No reparan aquellos para exponer criterios particulares alusivos.
Evidentemente, muy oportuna resulta esa situación sanitaria presente, para aquilatar determinadas actitudes humanas, asociadas con la ignorancia que prima entre los hombres (genera) hoy.
Incluso, poco han venido importando las actitudes estatales asociadas, en términos de los manejos administrativos a que se ha estado recurriendo, aunque se estimen impropios muchos de ellos, dizque para protección poblacional, verbigracia la excesiva compra de vacunas, como de mascarillas, con cuyos sobrantes ahora, después de liberar a las poblaciones de cuántas restricciones y obligatoriedades se impusieran, no se sabe hoy qué hacer con todos los sobrantes. Además, se tiene el agravante adicional de las pérdidas económicas estatales obvias que se habrían de derivar.
Obvio que, no menos importante se reporta, para fines de enjuiciamiento lógico en torno al tema que se ha venido tratando, el considerar las “displicencias ignorantiles” de muchos ciudadanos, que se les importa todo. Se honra el dicho popular juvenil de que, “na es na, y to es to”
Por tanto, son notables en adición, las mofas de la gente, frentes al potente virus; al igual que, la falta de interés en cuanto a la magnitud del problema que cursa. ¡Nada más se oye y se acepta todo!
Para concluir, y siguiendo con la temática principal aquí abordada, preciso es apuntar que, para percatarse de lo expresado con anterioridad, basta con detenerse a observar atentamente los procederes humanos rutinarios, relacionados con lo que sea; las aceptaciones consuetudinarias del grueso de las personas ante cualquier situación que se les presente; la manera displicente en que reaccionan; el poco valor que se otorga a las cosas que en verdad lo tienen; y, cuánto se exalta, o se loa lo que no; lo cuestionable; lo que en realidad no sirve.
Es Innegable que, como producto del gran nivel de ignorancia que arropa a la sociedad mundial, lo lógico ha sido sustituido en gran medida por lo psicológico, y lo sociológico, debido a lo cual un descalabro mayor es previsible, a menos que, la concienciación comience a aflorar entre los humanos, en cuanto a saber el valor las cosas, entre ellas, el por qué y para qué se está sobre el planeta Tierra; las misiones con que se ingresa al mismo; como, los procederes evolutivos que se deben observar siempre. Solo de esa manera, la dirección de todo en el mundo tenderá a cambiar
Cabe agregar aquí, en torno a esa precisión final que antecede, lo siguiente:
Según es sostenido en el ámbito de la Doctrina de los Espíritus, resumiendo, “la especie humana que habita sobre el planeta Tierra está compuesta en su mayoría por espíritus que se encuentran muy cercanos a la “animalidad ancestral, por lo que se habla de la inconsciencia psicológica con respecto a los mismos”.
También, se les atribuye, “estar en el estadio de la llamada conciencia del sueño, queriéndose significar con esto último, el ser criaturas subdiafragmaticas, o sea, que tienen como objetivo solo la atención de las necesidades del estómago y del sexo”.
Ampliando, “se les considera seres sin una gran estructura psicológica, que son en consecuencia inmediatistas o utilitaristas, viviendo para las necesidades orgánicas-materiales del hoy y del ahora, sin ninguna o poca reflexión filosófica religiosa, desatentas de las características espirituales de la vida, sin ocuparse con el aspecto inmortal del alma, consecuentemente, sin valores espirituales para enfrentar las variadas situaciones”.
En consecuencia, es obvio que, a partir de eso que se expone en el marco de la Doctrina de los Espíritus, más que entendible resultan los comportamientos cuestionables, e irracionales tan impropios que viene observando la sociedad mundial desde hace ya bastante tiempo.
Luego, de ahí se tienen que derivar entonces los tantos ignaros con los que se tiene que convivir y compartir regularmente; de esos que solo saben, entre otras cosas poco aconsejables., refutar y emitir juicios infundados, como inclinarse siempre por lo irracional.
¡Qué incomoda, se hace pues su presencia!; cómo, difícil de evitarla, por demás.
Autor: Rolando Fernández
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