Por lo que se puede advertir, es muy posible que otro referente histórico nuestro, en esta ocasión de orden científico, concerniente a una de las ramas especializadas de la medicina, el cáncer, esté próximo a que lo hagan desaparecer la generaciones de nuevo cuño, tal cual ha venido ocurriendo con otros, aunque de índole diferente, que debieron haberse preservado en este país.
Verbigracia se tienen: la residencia de Petán Trujillo, en la avenida San Martín de la capital, que debió haber sido convertida en un museo, para la exhibición de efectos antiguos pertenecientes a la radio y la televisión nacional. También, la misma “Casa Caoba”, en San Cristóbal, usada para veraneos y recreación por el exdictador dominicano, Rafael Leonidas Trujillo Molina, a los fines de que fueran expuestas allí todas las “pertenencias-vestuarios”, prendas, etc., y demás efectos alegóricos al “Jefe”. ¡Esos, sólo por mencionar dos casos!
Ahora se cierne alguna incertidumbre con respecto a lo que pueda ocurrir con el Instituto de Oncología Dr. Heriberto Pieter, ante las evidencias persuasivas que afloran, y que se desprenden, por un lado, del manejo administrativo interno que se observa en algunas de sus áreas principales, con hincapié en los recursos humanos-médicos, que muchos entendidos en la materia estiman como no apto, por parte de las autoridades que dirigen.
Además, se tienen que tomar muy en consideración también, con respecto a la percepción señalada, los efectos competitivos, y la evidente duplicidad funcional que se pueda desprender de la definitiva inauguración y apertura del modernísimo hospital, Instituto Nacional del Cáncer “Rosa Emilia Tavares”, para manejos y control de la misma catastrófica enfermedad, entidad que también subvencionará el Estado Dominicano.
Precisamente, en las proximidades del décimo mes del año, Octubre, declarado en el país como del Cáncer, cabría apuntar que, producto de lo expresado anteriormente, o sea, la forma burocratizada, antojadiza de dirección, y cuasi mercurial, que en opinión de muchos conocedores de lo que fuera en tiempos pasados aquel centro asistencial, el frondoso árbol que logró sembrar y cultivar con tanto amor, como altruismo innegable, la extinta doña Rosa Emilia Vda. Tavares, presidiendo la Liga Dominicana Contra el Cáncer, Inc., institución que tiene a su cargo el manejo de dicho hospital, se ha seguido deshojando de manera vertiginosa.
Una rápida visita por aquel centro de salud, creado para los pobres del país, víctimas de tan terrible enfermedad, y de inmediato se advierte el gran cambio que se ha verificado, en términos de la administración debida, como del apoyo y colaboración solidaria hacia los desconcertados enfermos, afectados por el mal, que se dan cita a diario en el lugar, buscando asistencia médica, apoyo, y consuelo.
Pero ocurre que, ya no son recibidos con el fraterno mensaje consolador y solidario de la rosa que se marchitó, y partió sin regreso, doña Rosa Emilia, cuya fragancia aún se respira por los alrededores del lugar, no obstante haber sido expulsada desde el interior de la planta hospitalaria, a la que perfumó durante tantos años.
El nuevo modelo allí impuesto por lo regentes actuales, que lucen hasta algo alérgicos a los depauperados, según es lo que se puede apreciar a un lejos, ha ido borrando la esencia misma de los actos amorosos e incondicionales, que aquella dama ilustre trató de legar a la posteridad, a través del loable trabajo que realizara.
La percepción casi generalizada que ahora se tiene, y se recoge, con respecto al histórico Instituto de Oncología es: en la actualidad esa institución presenta un matiz de clínica moderada, operando conjuntamente con el negocio de los seguros imperante en el país. Se cobran por los servicios y los tratamientos, ¡precios que no se corresponden con la esencia de la entidad!
También es posible que, debido a eso, las actitudes de colaboración externa de que otrora era objeto la institución altruista, filantrópica más que todo entonces, las cuales siempre alentó doña Rosa Emilia, con su proceder solidario de amor al prójimo, probado, deben andar por el suelo como se dice, en estos tiempos. Y es que, mucha gente antes expresaba, “con esa señora nunca existe el temor a la dilapidación “medalaganaria” de los recursos financieros aportados”.
Más provoca aún, el que los fieles colaboradores con aquella noble causa continúen perdiendo el deseo de ofrendar su óbolo, de hacer sus donativos, canalizar las ayudas a dicho centro asistencial, para contribuir en parte con los tratamientos, medicinas, y las atenciones facultativas a los aquejados de tan terrible mal, ambulatorios, como los allí internados, son algunas decisiones que toman las autoridades que dirigen, relacionadas con la gerencia optima de los recursos humanos, médicos, y demás allí disponibles, que debe regir en el centro, la cual en ocasiones se deja de lado, para dar paso a disposiciones que trascienden hasta la opinión pública, y que se estiman más que improcedentes y cuestionables.
De seguir por el camino que va, y más ahora con la inminente inauguración y apertura definitiva del moderno hospital señalado, es muy probable que pronto se deje de hablar en esta nación del Instituto de Oncología Dr. Heriberto Pieter, que se debería tratar de conservar, como la sede histórica de esa rama en la República Dominicana, establecida por aquel prohombre, en el contexto científico nacional, con cuyo nombre le honra hoy, para el conocimiento, prevención y manejo de tan connotada enfermedad.
Y claro, bajo la tutela siempre de la Liga Dominicana Contra el Cáncer, Inc., que data desde el mes de septiembre del año 1942, pero que debe ser regenteada por personas que traten cada vez de emular en realidad, tanto al doctor Heriberto Pieter, como a aquella excelsa e inolvidable dama, doña Rosa Emilia Vda. Tavares.
A pesar del galardón otorgado recientemente al Instituto de Oncología Dr. Heriberto Pieter, por al Fundación Corripio, “Premios 2013” que reseñara la prensa local, cuyos parámetros de valuación desconocemos, y con todo el respeto que nos merecen los miembros de jurado actuante, creemos que hay algunas cosas allí que deben ser revisadas, y readaptadas de nuevo a su esencia primigenia, la que dio origen a su creación, que perduró por algunas décadas después, pero que ya luce casi inexistente. ¡Ahora se respira una fragancia muy distinta en aquel hospital!
En ese tenor, el mayor factor evaluativo a considerar en una entidad de ese tipo, debería ser el concerniente a las facilidades económicas, la calidad, y oportunidad de los servicios asistenciales, con apego siempre a los propósitos que le dieron origen; a la conservación y superación de ésos, no obstante todos los elementos en contra que se puedan presentar; y, sin adhesión a los paradigmas impropios que acarrean siempre los nuevos tiempos.
De otro lado, y continuando finalmente con el temor, no infundado, que hoy abrigan muchos de los pacientes de ese hospital, es evidente que, se está en presencia de dos realidades concretas a ponderar en las presentes circunstancias:
Primero, que el Instituto de Oncología Dr. Heriberto Pieter, debe permanecer abierto para las clases menos pudientes del país; y, continuar operando, pero según su verdadera esencia primitiva. Porque, es muy seguro que, por razones obvias, aquella masa pobre que se tiene en el país afectada por el mal, no podrá tener mucho acceso al nuevo y modernísimo centro de salud en el área, próximo a inaugurarse de manera definitiva.
Segundo, que el lujoso y avanzado hospital – Instituto Nacional del Cáncer “Rosa Emilia Tavares” -, por igual subvencionado por el Estado Dominicano, para manejos y tratamientos de la misma afección terminal, evidentemente con mayores avances científicos y tecnológicos, también debe abrir sus puertas, aun sea para beneficios de los que se puedan considerar como pertenecientes a otros núcleos sociales de mayor nivel económico en la nación.
Luego, la gran interrogante que surge sería entonces, sobre la existencia de dos centros asistenciales para iguales funciones públicas de salud, lo cual representaría una doble carga estatal. ¿Cómo se manejaría, y se coordinaría luego esa duplicidad?
¿Se inclinará en definitiva el Gobierno por dejar operando una sola entidad, que no cabe duda las preferencias estarían en favor del nuevo instituto señalado, por la cuantiosa inversión realizada, aun se tenga que poner en manos de la Liga Dominicana Contra el Cáncer, Inc.?
Claro, de ser ésa la decisión final, conformada aquella institución en base a miembros directivos con reales actitudes gerenciales y filantrópicas probadas, para regentear una entidad tan delicada, con muchos mayores alcances por supuesto, donde no podría haber distingos con respecto a clases sociales, ni condiciones económicas ostentadas. ¡Sería lo más ideal!
Es obvio que, los precedentes que se tienen en este país, de hacer desaparecer referentes históricos importantes, como las evidencias notorias preocupantes que se externan, las cuales se podrían asociar con la eventual no conservación, y el manejo administrativo presente, estimado poco apto, al igual que tal vez lo sería en el futuro, del Instituto de Oncología “Dr. Heriberto Pieter, están bien a la vista.
El autor es un humilde servidor, ¡y nada más!
Rolando Fernández
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