En nuestro país procuramos siempre hacer muchas cosas, sin crear las plataformas requeridas. Y menos, prever un proceso de concienciación inherente, antes de arrancar con las acciones propuestas.
Por lo regular, se procede de tal manera para politiquear, como favorecer a determinados grupos, y sectores afectos de esos que proclaman o proporcionan recursos económicos para financiar las campañas electorales.
Como todo en la vida, hay iniciativas motivadas en esas razones últimas, en las que puede mediar algún tipo de flexibilidad reciprocatoria. Pero, se tienen otras en las que no, por la delicadeza y riesgos probables envueltos, como lo es ésa del no cuido, en lo referente a la salud de los infantes a los cuales se les viene proporcionando el siempre cuestionado y “enfermante” desayuno escolar, con precedentes dañosos de sobra en algunas escuelas públicas del país.
A eso hay que ponerle mucho ojo, independiente de quienes puedan ser los proveedores seleccionados para tal propósito. Se está jugando con la salud de esos muchachos, y se advierte poco reparo empresarial, en términos de la calidad requerida, con relación al suministro de los alimentos o comestibles proporcionados cada vez.
Para nadie es un secreto los grandes intereses económicos y políticos que hay envueltos en dicha actividad, aparentemente “solidaria y altruista”, que pueden mover a actitudes desaprensivas, con propósitos muy marcados, como podría ser por ejemplo, la de eliminar competidores para poder ampliar, o ingresar como nuevos al negocio.
No se puede perder de vista, que las empresas actuantes operan bajo el sistema capitalista de producción, dentro del cual se manejan por lo regular diversas argucias y estrategias para desplazar a iguales, en pos de autodesarrollarse los interesados que las promuevan.
Durante los últimos días, ha vuelto a estar sobre el tapete el tema de las intoxicaciones en las escuelas públicas del interior del país, algo que no es nuevo obviamente, y que por regular se le “da de lado” en algunas instancias oficiales nuestras.
Las reseñas relativas con detalles suficientes, aparecen casi siempre en las páginas internas de los periódicos de la prensa local, con números altos. Eso luce que es, como para que haya poca difusión de tales noticias. No importa, cuán significativa sea la cantidad de niños afectados.
En las más recientes publicaciones hechas sobre ese particular, se habla de: 52 niños en escuelas de Puerto Plata, el martes próximo pasado, y 32 alumnos al día siguiente en Santiago de los Caballeros, tras ingerir el “dichoso” desayuno escolar que les fuera servido.
En tal sentido, el Inabie, Instituto de Bienestar Estudiantil, en voz del director la entidad, René Jáquez Gil, informó que, “se investigan ambos casos”; y luego adiciona, “que se tomaron pruebas de los alimentos, las cuales fueron llevadas al laboratorio para determinar qué agentes provocaron los eventos”.
Dijo además que, “inmediatamente se conoció sobre la situación, se activó el protocolo de actuación que existe para estos casos”; y que, “el mismo indica que se debe suspender inmediatamente el almuerzo, y luego trasladar los niños a un centro médico y resguardar las muestras de alimentos para verificar si fue el agente patógeno. Aseveró también, que los resultados de la prueba pueden tardar de 10 a 15 días. Si la prueba da positivo, la empresa suplidora es suspendida, y se contrata otra”. Todo eso está muy bien; pero, ¿es suficiente? (Véase “Diario Libre”, edición de fecha 26-2-15, página 12).
Procede reiterar la pregunta, ¿con eso es suficiente? ¡Creemos que no! El mero hecho de cambiar el suplidor, no va a resolver ese problema. En dicha actividad, es evidente que se verifica negligencia; y muy posiblemente en adición, mala fe empresarial, como zancadillas de orden competitivo.
Son factores los señalados, que indiscutiblemente deben ser objeto de sanciones pecuniarias o penales, cuando se comprueben, por los altos riesgos que envuelven; que deben ser investigados exhaustivamente, a los fines de proceder en consecuencia.
Se está poniendo en juego la salud de esos niños, por lo que esas actitudes desaprensivas deben ser consideradas de alta peligrosidad, y sujetas a puniciones severas. No es cuestión de ñe, ñe, ñe, y de estar andándose con paños tibios, pretendiendo subsanar una situación que se reporta bastante deleznable.
Rolando Fernández
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