A propósito de la otrora Semana Santa, también llamada por algunos Semana Mayor, la cual no es ya, es ni santa ni mayor, sino que en la actualidad la han convertido en un período de recreo vacacional mundano, en el que todo se hace sin reparo, y mucho menos respeto alguno, marginándose toda aquella tradición religiosa pasada, cuando era un periodo dedicado casi por completo a la reflexión y a la solemnidad espiritual, valdría la pena abordar la temática, haciendo provecho de la ocasión, en uno de sus principales aspectos, sino es el más, ignorado por muchos creyentes, debido a la falta de informaciones a su alcance.
En tal sentido, procedería hacer algunas puntualizaciones sobre el gran “Actor en escena”, dentro aquel ministerio divino terrenal, el amado Maestro Jesús, según las amplias y aceptadas concepciones que se tienen sobre el particular, en el ámbito esoterista por supuesto.
Se verifica durante la época actual, a nivel de una gran parte de la sociedad mundial, la tradicional conmemoración, aunque convencionalmente hablando, y como es obvio, con muy poco sentido en realidad de la verdadera esencia de aquella Misión cumplida, en la fase “culminatoria” de ese trabajo ejemplificador asignado, llevado a cabo por Aquel – el Mesías anunciado por los profetas que le precedieron -, sobre el planeta Tierra, a emular por todos los hombres: su pasión, muerte, resurrección y Ascensión. Claro, ya no como Jesús-hombre, sino como Jesucristo, poniendo en expresión sobre el planeta físico a la Superior Conciencia Divina, el Padre de todos en el Cielo, y Sumo Creador del Universo.
Y, es de ahí precisamente, en esa última parte, donde se origina el móvil de esta humilde exposición, y al mismo tiempo, una inquietud que siempre nos ha aguijoneado con el mismo grado de intensidad, y que es la que se refiere, al porqué las iglesias católica, ortodoxas, y demás sectas, nunca han procurado salirse del marco de sus enseñanzas teológicas convencionales, para explicarles a las feligresías, a través de sus guías espirituales, la realidad esotérica, en términos de las verdaderas personalidades de Jesús, antes y después de la edad cronológica de los treinta (30) años; es decir, previo a ser bautizado por Juan el Bautista, (explicado con claridad en S. Mateo 3, versículos 13-17), y luego que se produce su consagración, e inicia el ministerio de tres (3) años, hasta los 33, en que concluye aquella misión terrenal.
Para poder entender el objetivo real del trabajo que aquel Mesías realizara, por encomienda Superior, hay que discriminar entre el Jesús-hombre que nace, y que debe prepararse hasta alcanzar el nivel de concienciación espiritual necesario (hasta los 30 años), para a partir de entonces, y hasta los 33, trienio en que ya actuada como Jesucristo, poder servir como intermedio físico para manifestar terrenalmente la Conciencia del Padre Mismo – el Cristo -, encarnada en un ser humano.
Precisamente, el poco conocimiento que se obtiene en base a la religiosidad convencional teológica, en cuanto a esa dualidad que se verificara con la personalidad del maestro Jesús en aquellos tiempos, es lo que ha traído a la posterioridad la gran confusión de asimilar y hablar del Mismo, como sinómino de Jesucristo.
También, la creencia errada respecto de la personificación de Dios, en Él, lo que ha llevado a pensar a muchos que, la Divinidad Suprema (Dios), es similar al hombre físico, concepción que se soporta en alguno casos, en el mensaje bíblico de que este último fue hecho “a imagen y semejanza de Dios”, lo que en fondo significa en verdad, que en los seres humanos por igual, se encuentra la “Trinidad en el Uno”: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Dios nunca ha sido visto por hombre alguno!, San Juan, capítulo I, versículo 18, Sagrada Biblia. Cuando Jesucristo decía, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan: 14-6), no se esta refiriendo a Él como persona, sino a la Conciencia Magna que encarnaba transitoriamente, el Cristo.
En Cristado es el nivel de evolución a alcanzar previamente por toda la humanidad, para poder hacer luego la Ascensión, y convertirse en Uno con el Padre en los Cielos, que fue lo que ejemplificó Jesús durante su tránsito terrenal. Todo hombre es un Cristo en potencia, sujeto a recorrer el sendero espiritual de preparación consciente. Debe llevar a cabo la crucifixión de la personalidad o ego humano, resucitar en un cuerpo sutil (perteneciente al espíritu mismo), y Ascender.
Esa temática sobre la misión ejemplificadora que llevara a efecto sobre el plano terrenal el maestro Jesús, como hombre primero en realidad, y como Jesucristo después, encarnando la Conciencia de Dios Mismo, ha sido ampliamente tratada por esoteristas de renombre; no solamente en la antigüedad, sino también en tiempos no tan remotos. Pero, en términos relativos, lo que han procurado edificarse sobre el particular siempre se les ha considerado muy pocos.
El grueso de la humanidad, de ordinario se ha inclinado por la religiosidad convencional y social, razón por la cual la esencia real, y el respeto de que debe ser objeto ese ejercicio divino, cuya conmemoración en estos días se celebra, han sido tirados por la borda.
Semana Santa, lo que ahora significa es festividad mundana, recreo en playas y montañas, como vacacionar. Y, evidentemente, la ignorancia popularizada de la gente le sirve de caldo de cultivo a los ávidos comerciantes, que se encargan de promover el consumismo y el turismo interno, para “hacer su agosto” durante la llamada Semana Mayor, como diría el pueblo llano.
¡Que lástima que todo eso sea así!, con tantas informaciones que a la mano se tienen hoy, en el orden de lo que se trata.
Rolando Fernández
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