A veces hay temas sobre los cuales se escribe, que requieren de mucha imparcialidad, de pura independencia mental, y de análisis profundos previos al escribir, al margen siempre de los factores inductivos que surgen en ocasiones, debido a convencionalismos infundados que se pueden ubicar, tanto en corrientes de pensamiento relativamente modernas, como de vieja data también. De no ser así, poco convendría hacerlo.
Temáticas relativas al rol familiar y social correspondiente al ser más importante que, en nuestra humilde opinión habita el planeta Tierra – LA MUJER-, deben ser enfocadas con cierto tacto y cuidado extremo, para no incurrir en yerros que puedan resultar significativos, producto de los condicionamientos mentales infundidos, a los que se pueda estar adherido.
Además, con frecuencia ocurre que, el abordar asuntos de esa magnitud, amén de lo expresado en los párrafos anteriores, confronta algunas limitaciones por razón de los espacios periodísticos disponibles, y que hacen que los mismos tengan que ser tratados superficialmente, en términos de exposición y de opiniones concluyentes, provocando el que algunos trabajos luzcan algo imprecisos; originen un sin número de inquietudes que quedan insatisfechas, y hasta tiendan a confundir a veces a los lectores, con respecto a las explicaciones que se dan; máxime, cuando se trate de un modo de pensar disidente, con relación a determinados pareceres ajenos.
Tales consideraciones se externan a raíz de un artículo que publicara Tahira Vargas García, en la edición de fecha 19 de noviembre del año en curso, página 10ª, bajo el título “Madres solteras son las culpables…”, elaborado evidentemente en base a la concepción feminista moderna, en cuanto se refiere al nuevo papel que se procura atribuir a la mujer, que hoy se considera debe ser competitivo con el hombre, y refutando mediante el mismo criterios, vertidos por los candidatos a la presidencia de República, Danilo Medina e Hipólito Mejía, respecto a la incidencia del núcleo familiar en la actividades de corrupción estatal y la delincuencia social, cuando ese queda dirigido por madres solteras.
Ellos, al igual que algunos religiosos y comunicadores sociales, según ella misma señala en su trabajo, responsabilizan de tal problemática a las familias, haciéndolo hincapié algunos, en las que sólo están cargo de madres solteras, por las limitaciones obvias que tiene la mujer, tomando en consideración los escenarios sociales en que hoy se vive, cuando le falta el sostén masculino al grupo.
Eso, aunque resulte duro aceptarlo, los que así opinan, principalmente, los que hacen alusión a los casos en que el padre de los vástagos esté ausente, no están muy lejos de la verdad, si ponderamos su parecer en el marco de la desnaturalización esencial que se verifica en estos tiempos, a nivel de las tribus biológicas conformadas, cédulas primarias de todas las sociedades.
Por lógica, el vacío de orientación hogareña debe tener una mayor expresión en los casos de una mujer sola, con mucho mayores responsabilidades en todos los sentidos, y el bombardeo de la degeneración social en curso, sin el respaldo necesario de conyugue alguno, lo cual es algo que las feministas mal orientadas y parcializadas de hoy no quieren reconocer, por el sentido de competencia asimilado que abrigan con respecto al hombre.
Las familias, para poder cumplir a cabalidad con la responsabilidad, tanto física, como de orientación en todos los órdenes, incluyendo el espiritual, y más en estos tiempos tan confusos, hacia los hijos procreados, debe estar completa, con sus dos progenitores: padre y madre. Esa aceptación incluso, está simbolizada en el sacramento religioso de Bautismo, según señala una connotada autora.
Luego, a los pronunciamientos de los políticos aludidos, no se les debe dar una lectura total, en términos de “un desconocimiento de la realidad social y la exclusión del Estado como responsable de la inseguridad ciudadana y la criminalidad por su ineficacia en la aplicación de políticas públicas dirigidas a su erradicación”.
Pues si bien es cierto que, el mismo no está cumpliendo en todas sus partes con lo que se debe hacer en ese orden, no menos cierto es que, las familias de hoy, en un gran número, están alimentando a la sociedad – bien se verifica en el caso nuestro -, con seres desorientados, faltos de civismo, como de educación hogareña, y el no inculcamiento de los valores éticos y morales, traslativos después hacia su interacción social generalizada.
Todo lo contrario, lo que se les comienza a decir de maneras vehemente, desde muy temprana edad a muchos hijos, que viven con sus madres y sus padres, en la mayoría de los casos, es que, aquella otrora frase famosa de que “pienso y luego soy”, ya no funciona”, que ahora lo que ofrece mayores resultado es, “tengo y luego soy”.
Eso, en adición a los patrones de conducta con que se van formando los muchachos, con su inscripción en los colegios desde antes que algo puedan razonar, donde les van criando como en manadas; completando el cuadro educacional, los servicios domésticos que los reciben a su llegada a las casas, y les manejan, con el concurso diario del instructor más dañino que se tiene en el presente, la televisión, sin control alguno.
Entonces, no es asunto de querer cargarle todo el dado al Estado, ni cuestión de que, “la lógica del poder en nuestra sociedad es netamente patriarcal y masculino; tampoco de estigmatización y discriminación, o de negación de derechos con respecto a la mujer”. Esas son creencias mal fundadas hasta cierto punto.
Lo que sí viene incidiendo con relación a lo que se trata, es que lamentablemente, una gran parte del sexo femenino ha ido perdiendo conciencia sobre el verdadero rol y las responsabilidades que le corresponde sobre el planeta Tierra, atribuciones divinamente asignadas, como ser reproductor por excelencia de la especie humana, y de ente de equilibrio familiar, emocional y social. ¡De ahí, la importancia suprema que tiene, como dijéramos anteriormente!
Ahora, producto de las modernas corrientes de pensamiento, entre ellas la llamada liberación femenina mal concebida, y que procura la competencia directa con el hombre, incompatibles en gran parte con la verdadera esencia y propósito de la mujer, algunos de esos roles se han ido dejando de lado, e inclinándose la misma, por actividades propias del sexo opuesto.
Es por ello que hoy vemos, a muchas mujeres boxeadoras, luchadoras, peloteras, levantadoras de pesa, yudoca, etc., actividades que de hecho van haciéndoles lucir tal cual un hombre cualquiera, y que hacen desaparecer su feminidad. ¿Podrán las mismas, observar igual comportamiento y actitudes inherentes a las verdaderas mujeres, que tratan de conservar su naturaleza esencial? ¡Difícil creerlo! Y es que, humanamente, no se puede tratar de cambiar la idea original del Creador del Universo: hombre-hombre; mujer-mujer.
A manera de colofón, nos gustaría hacer las preguntas que siguen a la articulista que motiva nuestra atención, y es con respecto al producto de las madres solteras adolescentes, que tantos niños están trayendo al mundo, sin reunir la más minima condición para la crianza y orientación que deben recibir, a veces hasta de padres desconocidos. La primera es, ¿qué pueden estas jóvenes mujeres aportar a la sociedad nacional, cuando ni ellas mismas tienen formación alguna, que no sean muchachos con tendencia a delinquir después, proclives a incurrir en hechos reprochables, en todos los sentidos?
Ellas son hijas de familia sin orientación alguna también, inducidas a actuar, y moldeadas por la sociedad común, que forman grupos en el aire de esa naturaleza, y que habrán de emular los mismos patrones con que mal les criaron, para seguir engrosando seres cuestionables a la sociedad en general.
Entonces, la segunda, ¿no aportan las familias mal capitaneadas, delincuentes y corruptos a la sociedad, con mayores probabilidades, cuando están a cargo solamente de una sola persona, madres solteras? ¡Sería una tozudez no admitirlo!
Finalmente le reitero, que ese es un tema que tiene muchas aristas que deben ser objeto de análisis y ponderaciones imparciales, cuyas conclusiones probables múltiples, no cabrían en los pequeños espacios que se logran en un periódico.
Rolando Fernández
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