Algunas de las decisiones gubernamentales que muchas veces se adoptan, reportan resultados poco esperados. No siempre se logra lo que se espera; o, se escucha lo que se quiere.
Probablemente, eso haya ocurrido con el informe que presentara al señor presidente de la República, la Comisión Internacional de alto nivel, presidida por el afamado economista y consultor francés, Jacques Attalí, y que fuera contratada por el Gobierno, para trabajar en el diseño de una “Estrategia Nacional de Desarrollo”.
La verdad es que, esos comisionados no sólo han puesto los dedos sobre las llagas nacionales a combatir, con sus precisiones y recomendaciones, sino que además, han avalado una gran parte de las críticas de que es objeto la presente gestión, por parte de destacados profesionales y figuras sociales nuestras, como de la ciudadanía misma, en sentido general.
De ahí se infiere, en primer lugar, que no había necesidad de gastar el gran dineral que de seguro cobrarán esos extranjeros, para que se recalcara sobre asuntos de tantos conocidos en esta nación. Además, plantearles a las actuales autoridades desafíos que a todas luces parecen imposibles de conquistar durante lo que resta de la presente gestión; y, hasta en el decurso de una próxima, podría decirse.
Analizando de forma simple las 20 principales propuestas, y las 7 grandes iniciativas, emanadas de la susodicha Comisión, que aparecen incluidas en un trabajo publicado por el señor Juan Bolívar Díaz, en el periódico HOY, del 28-11-10, página 13ª, es fácil deducir que, bajo el actual esquema político-social y judicial nuestro, las cosas que se plantean lucen prácticamente casi imposibles.
No sería muy osado el decir que, para poder llevar a cabo esas propuestas e iniciativas tan puntuales, habría que ir pensando en la formación de una nueva República Dominicana; ya que, bajo las actuales circunstancias, su aplicación resulta más que ilusoria.
Lo primero que habría que hacer aquí, para el logro de tales cosas, es cambiarles la mentalidad a las figuras más representativas que interactúan dentro del sistema político-partidista que nos rige, de manera tal que esa actividad deje de concebirse como un negocio lucrativo particularizado; y, que se pueda despertar una mayor confianza en todas las instituciones estatales nuestras, principalmente, en aquellas pertenecientes a la administración fiscal.
Muy atinado resulta en ese orden, el parecer externado por el periodista Juan Bolívar Díaz, en el sentido de que, “Para ello el Estado debe erigirse en modelo de virtud cívica y mostrar a los ciudadanos que los fondos recolectados a través del sistema fiscal son dedicados a gastos considerados por la mayoría como útiles y beneficiosos”.
Es obvio que, esos recursos irían entonces, mayormente, hacia las áreas de salud, educación, protección, y otras de servicios públicos básicos. Pero, hablar aquí de que “el Estado sea modelo de virtud cívica”, tiene cierta similitud con un sueño. ¡Lamentable realidad!
Ahora bien, reparando con cierto detenimiento en contenido de las propuestas e iniciativas publicadas, se nota la ausencia dentro de las mismas, de aspectos a considerar que se tornarían imprescindibles, cuando se habla de un plan estratégico de desarrollo, en cualquier país con las características de éste.
Por hacer mención de solamente tres, entre otros de importancia, a los que, ni de forma indirecta, se hace referencia alguna, valdría la pena citar: la carrera indetenible del endeudamiento externo que se ha verificado durante los últimos tiempos, con empréstitos significativamente condicionados por los organismos internacionales de financiamiento.
Por otro lado, el deficiente y caro servicio de la energía eléctrica, ofrecido en base a la concertación de leoninos contratos firmados por el Estado con los generadores privados; y, la enajenación de parte del patrimonio nacional, en favor de intereses extranjeros, en connivencia con autoridades de la República, para explotar actividades comerciales, cuyos beneficios son sacados del país casi en su totalidad.
Nadie se desarrolla endeudándose hasta la coronilla; no es verdad. Sin un servicio energético satisfactorio y equitativo, en términos de costo. Tampoco, cediendo sus recursos naturales, para que grupos foráneos se beneficien, con toda libertad y un amplio abanico de permisividades.
Lo que parece muy extraño es, que una Comisión de tan alto nivel, como de la que se trata, aunque acertando en tantos aspectos, no se haya referido, ni siquiera de manera que se perciba “como indirecta”, a asuntos de capital importancia como esos, conforme lo que ha trascendido a nivel de la prensa local, si en verdad toda su labor estaba dirigida hacia “levantar las bases de sostenimiento de una Estrategia Nacional de Desarrollo para el país. Es algo que despierta inquietud, en cualquier pensante medio.
¡Luego, sólo hay que esperar, para ver lo que en general ocurra!
Rolando Fernández
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