Recientemente, apareció publicado en el periódico “Listín Diario”, en su edición de fecha 19-8-12, un interesante trabajo intitulado, “¿Es la inteligencia una cuestión de género?”, cuyo contenido central, con las argumentaciones de orden comparativo, permiten inferir de inmediato hacia donde se dirigen las conclusiones relativas finales.
Claro, en el orden científico convencional, lo que más existen son juicios, teorías y concepciones con respecto a la inteligencia humana en sentido general, provenientes de connotados psicólogos, psiquiatras, y neurocientistas, entre otras autoridades que se puedan considerar del alto saber, que ahora están siendo asociados con el asunto del género (hombre-mujer), en el marco obvio de la competitividad frontal a que se aspira, y se proclama, dentro de la nueva corriente feminista del liberalismo, mal fundada en ocasiones.
Evidentemente, y es lo que a veces extraña un poco, ningún hombre pensante en verdad, tal cual tienen que ser los profesionales de esas ramas, especialistas en trastornos relacionados con el comportamiento humano, y nervioso, con base en determinadas, sino no es que en todas, las áreas y funciones cerebrales, un órgano que aún nadie bajo el Sol ha podido descifrar por completo, osaría abordar el tema de la inteligencia entre los humanos, al margen de todos los lineamientos de carácter esotéricos que siempre se han trazado con relación a esa facultad. Y mucho menos, hablar con respecto a la misma, en términos absolutos.
Y, una muestra de ello es, la clasificación adicional dada a la inteligencia, a partir del nuevo milenio: el concepto de “inteligencia espiritual”, como la capacidad de mantener el equilibrio entre lo interior y lo exterior, que ahora se agrega a lo cognitivo, emocional y social, según aparece plasmado en el mismo trabajo de referencia. ¡Que bien!, se va caminando.
Ahora, yéndose uno de inmediato, precisamente, a ese nuevo contexto – lo espiritual -, agregado de manera parcial, sólo en el orden propio de la inteligencia, por los científicos, sobre lo que aún ésos, de seguro tienen grandes limitaciones, que no se vislumbra podrán ser superadas, por la condición de insondables, o inescrutables, que resultan muchos aspectos inherentes a esa “vedada” gran realidad, parcialmente, lógico – la espiritualidad -, que como esencia se encuentra en la base de todo, y que por tanto, es parte de la mente humana, luce como algo un poco aéreo, y hasta no tan fundado podría decirse, por el hecho de no apreciarse factor de relatividad alguno, el procurar establecer niveles absolutos en tal sentido, a partir de géneros específicos.
Aunque guardando un poquito la distancia, por lo manifiesto e inmanifiesto atribuible, en términos físicos, ese tipo de símil o examen parece igual que, el querer comparar las economías biológicas corporales correspondiente al hombre y a la mujer, con roles marcados muy diferentes que desempeñar ambos sobre el planeta Tierra, en base a una corriente de vida previamente diseñada, para una Expresión o Manifestación de orden divino terrenal, que incluye efectos kármicos a conquistar, durante el tránsito debido.
De ahí se infiere claramente que, todos los aspectos mentales y emocionales dispuestos para cada ser humano, también se corresponden con una determinada Idea corporificada para Expresión Divina, a través de uno de sus Atributos, los seres humanos, que puede ser hombre o mujer.
Pero además, se debe tener bien presente en ese marco comparativo de que se trata, la denominada primera verdad sagrada, “Todos somos uno”, en cuyo conjunto unitario, está incluida la Inteligencia Suprema Una, claro está, que todo lo rige, y de la cual emanan hacia lo seres humanos los fragmentos focalizados, y localizados, tanto en el hombre como en la mujer, de acuerdo con su llamado Dharma, palabra sánscrita que significa propósito en cada corriente de vida. Es decir, la misión que cada cual tiene que llevar a cabo.
Luego, ese parecer de Gardner, que se expone en tal sentido, de que “todos los seres humanos están capacitados para desarrollar ampliamente su inteligencia”, puede considerase como cierto. Aunque es obvio que, el grado y capacidad pertenecientes a cada uno estará en función de lo necesario para el decurso de cada corriente de vida en particular.
De ahí se puede colegir, que la inteligencia humana no debe ser entendida como cuestión de género; sí de misión terrenal a cumplir particularizada. Por lo que, un determinado hombre puede ser más inteligente que una mujer, en ciertos casos, y viceversa.
Por todo lo expresado anteriormente, a nuestro humilde entender, y con todo el respeto que él nos merece, resulta bastante rara esa forma absoluta con que se expresa José Silié Ruiz, en el trabajo que publica sobre la temática, periódico “HOY”, del 26-8-12, página 8ª, bajo el título “Las mujeres son más inteligentes”, opinión que ratifica al final, “¡Son más inteligentes!”.
Creemos que, a pesar de todos sus conocimientos científicos, estudios, y bibliografías a que hace mención, debió haber sido menos enfático en una afirmación de esa naturaleza, con respecto a un concepto que no ha sido descifrado aún en toda su extensión; sobre el que falta mucho por conocer, y asociarle con directrices provenientes de planos de conciencia muy sutiles, ninguno de ellos, jamás tan denso como el nuestro.
¡No es tan sencillo el asunto!, Dr. Silié, es mucho más complicado. Por consiguiente, el factor relatividad, también llamado, según la Sabiduría Oriental, génesis condicionada, merece desde luego, su espacio en eso.
Rolando Fernández
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