No hay que ser un envalentonado economista, al último guay de la moda, de esos que nos gastamos aquí, para darse cuenta de que hay muchas medidas de ese género, cuyos efectos negativos posibles deben ser ponderados muy bien antes de adoptarse las mismas, salvo que aquellos que se puedan generar poco importen, porque se vaya en pos siempre de complacer los deseos apetitosos en extremo de determinados sectores, ya sean nacionales o extranjeros.
Después de algunas de las disposiciones últimas de orden económico e impositivo, por las que se inclinaron las autoridades competentes locales, para nadie es un secreto que las mismas han incidido de manera directa en el deslizamiento hacia arriba de las tasas de las monedas extranjeras de mayor demanda en el mercado especulativo nacional – ventas de divisas -.
No obstante, algunos de los connotados tecnócratas pertenecientes a ambas áreas relativas que aquí tenemos, han externado en su léxico embaucador acostumbrado para la población, “que no hay razones para que tales alzas se produzcan. Aquí todo está bien, tenemos crecimiento económico”.
¡Qué bien!, como diría satíricamente la gente del pueblo, ¿y qué es lo que puede ocurrir, después que han forzado la tasa pasiva de los bancos hacia una baja muy poco vista en el país, que se recuerde, para beneplácito de los banqueros por un lado, y con pretensiones además de orden politiquero por el otro – préstamos blandos para mover los sectores productivos nacionales -; y, con el agravante en adición, de penalizar con un tributo los chelitos que están recibiendo los depositantes?
Evidentemente que, todo aquel que pueda retirar sus pesos del sistema bancario local, colocados en inversiones a plazos fijos, o depositados en simples cuentas de ahorro, de seguro va a procurar retirarlos, y acudir al mercado de las divisas, como probablemente haya venido ocurriendo, para convertirlos a dólares u otras monedas de mayor valoración que la nuestra. ¡Mucha demanda de dólares estadounidenses, principalmente, y gran volatilidad de ese signo monetario hacia el alza! En eso tenía que pensarse.
No había que ser economista, para advertir en aquellos momentos “decisorios”, lo que vendría con respecto a la tasa cambiaria de la moneda norteamericana en el mercado local, a pesar de los noveles inventos y tecnicismos introducidos a nivel del área, de seguro para complacer y congraciarse con los organismos internacionales de financiamiento, que según se ve, son los que regentean y trazan directrices desde Washington, D.C. con relación a la economía nuestra, a través de sus cajas de resonancia locales.
En un país como el nuestro, donde todas las actividades de corte económico-comercial, con rarísimas excepciones, incluidas las concernientes a la venta de bienes y servicios de consumo, básicos para la población, como son por ejemplo, los combustibles y la electricidad, imprescindibles para todo, giran en función del precio de la unidad monetaria estadounidense, no se puede estar inventando e improvisándose mucho en ese orden, para no crearle serios problemas a la nación.
¡Se tiene un funesto referente, muy fresco aún en la mente de la ciudadanía local! O, tal vez sea que ahora, se tiene la intención de hacer desaparecer de una vez por todas, el uso de la moneda oficial dominicana, sin importar las consecuencias que se desprendan.
Ya en esta nación, la mayoría de los bienes y servicios que se expenden, se ofertan en dólares USA, a la libre, sin observarse lo estipulado en el Artículo 229 de la Carta Magna del país. ¿Unidad de cuenta que rige? El peso dominicano.
Para que la presente gestión de Gobierno se evite la ocurrencia de serios problemas sociales aquí, previsibles por completo en el marco de la actual crisis económica por la que atraviesa una gran parte e la sociedad dominicana, sería aconsejable el abocarse a introducir de inmediato medidas que tiendan a disminuir y controlar el precio del dólar USA en el mercado especulativo local.
Pues, de continuar la escala alcista como hasta ahora, no resulta difícil advertir que se podría estar a la puerta de un gran desbordamiento social de impredecibles consecuencias. Evidentemente, con mayores daños para los regentes actuales que más tienen.
Pero además, una gran pregunta que deberían plantearse las autoridades presentes es, ¿y qué pasaría si la gente, inversionista y ahorrista, ante la falta de valoración de la moneda nuestra, lo poco que se está recibiendo como cliente de sistema bancario del país, afectado además, por una agresividad impositiva que se puede considerar hasta inhumana, optara por retirar sus dineros depositados para convertirlos en dólares USA, o euros, y procurar sacarlos del país? ¿Resistirían los bancos nacionales esa situación?
¿Es que no se ha pensado en los graves trastornos que tal ocurrencia provocaría a nivel local, incluso con la posible quiebra de algunas entidades bancarias, por lo falta de liquidez obvia que se les presentaría?
Hay que prever esos hechos en ambas vertientes, los cuales, de producirse, pueden dar al traste con el disfrute del poco clima de paz que respiran los dominicanos hoy en su conjunto; y, hasta provocar cierta desestabilización gubernamental.
¡Ojo al Cristo!, señores autoridades nuestras con esa tasa cambiaria del dólar USA. Siempre es mejor prevenir a tener que lamentar luego, como reza un dicho popular. Sólo hay que salir de los lujosos despachos con aire acondicionado, a tomar unos cuantos baños de pueblo, para darse cuenta de que el horno aquí no está para galletitas: grandes apagones a granel, inflación casi galopante, presión tributaria insoportable, precios de la energía eléctrica y los combustibles, considerados por los expertos como los más altos de toda el área el Caribe, entre otras cosas.
El autor es un humilde servidor, ¡y nada más!
Rolando Fernández
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