Los empresarios de la salud no reciben a nadie en esas condiciones, sin importar que se esté muriendo; que sus minutos estén contados; que sea un caso extremo, en que se requiera de asistencia facultativa inmediata.
Los pseudos galenos de ahora, primero ven por la posibilidad de conseguir cuartos para comprar las jeepetas de lujo, que se exhiben dentro de la clase, o la fincas deseadas, Les da en bledo que cualquier corriente de vida humana, afectada en términos de salubridad, cual que sea el motivo, se extinga súbitamente, pudiendo ellos evitarlo.
Por eso se integran a las jugosas empresas comerciales llamadas en estos tiempos “clínicas, o centro médicos”, donde, desde que un paciente asoma a la puerta, ya está debiendo; de inmediato comienzan a facturarle; y, si no ven la posibilidad de conseguir dinero suficiente con él, se niegan a recibirlo.
Es que nada más se procuran grandes beneficios económicos, de los cuales a los médicos trabajadores les toca su buena tajada, por los servicios buenos o malos que ofrecen. La salud de las personas es lo que menos importa.
Y es que, en ese sentido, también tienen licencia para equivocarse en los diagnósticos que hacen, o las medicaciones que administran a los afectados, sin que de ordinario nadie les pueda cuestionar sobre sus ejecutorias, salvos que se produzcan escándalos de consideración.
Los médicos en la actualidad se consideran los dioses terrenales. Debido ello, entre otras “parejerías” notables, hay que esperarles hasta que a ellos les dé las ganas de llegar a los sitios en que trabajan; y, cuando hacen acto de presencia, se muestran orondos al caminar, trajeados, o con sus batas blancas acostumbradas, mirando a los necesitados de sus servicios que les esperan, por encima de los hombros, como diciendo internamente: ¡cuántos pendejos esperando, qué importantes somos nosotros!
Asociado con tales actitudes engreídas, y comerciales a la vez, está eso de no ingresar a gente con problemas de salud, que no ostente una sólida posición económica, como tampoco porte el carnet de un buen seguro médico. Se le considera no merecedora de atención urgente; y a veces, tampoco para después. ¡Qué se vaya a resolver en otro sitio!
En ese tenor, “Clínicas dicen ‘rebotes’ se producen por dinero”. “Las causas reales de esa hostilidad que hay son económicas, no nos engañemos ni tapemos el sol con un dedo”. Rafael Mena, Presidente Asociación Nacional de Clínicas y Hospitales Privados (Andeclip). (“Listín Diario”, edición del 28-3-16). “A confesión de parte, relevo de prueba”, según el argot jurídico.
Lamentablemente, son de las cosas penosas y despreciables que a diario más se ven en este país, “y nadie dice esta boca es mía”, como reza el refrán popular. ¡Cruel, el caso omiso que hacen las autoridades oficiales competentes!
Los envalentonados médicos que laboran en la mayoría de las clínicas nuestras, incurren en ese tipo de acción como si fuera tomarse una taza de café. A ellos les tiene sin cuidado que el otro se muera; ¡qué se joda el que no pueda estar vivo!
Claro, cuando se lo hacen a personas poco conocidas a nivel social, es un acto indebido que siempre pasa desapercibido. Solo los afectados y los familiares, o quienes los lleven al centro asistencial de que se trate, se percatan de la situación. Hay que salir entonces a buscar cuartos “juyendo”, o dejar morir a los pacientes.
Ahora, cuando el asunto concierne a la no recepción de alguien con perfil, “nombradía”, o gran connotación ciudadana, tal fue el último caso conocido, ése del héroe nacional, Claudio Caamaño, que tras sufrir un accidente automovilístico de consideración quedando gravemente afectado, y que a decir de sus familiares, según lo reseñado por la prensa local, tuvieron que pasearlo por cuatro clínicas para que pudieran recibirlo y atenderlo, a pesar de su delicado estado de salud, en otra de las inhumanas faltas en que incurren los centros médicos locales al respecto, la cuestión llama poderosamente la atención, aun sea de forma momentánea.
Se riega la información sobre el evento cuestionable, ese gesto despreciable, como pólvora, y provoca expresiones verbales diversas, al igual que aspavientos reclamatorios grupales, cuyos efectos por lo regular “se quedan en el tintero” del Ministerio de Salud. Al final, tampoco se hace nada, por lo intocable de los intereses envueltos.
¡Diablo!, en qué país vivimos los dominicanos. ¡Cuánta inconsciencia ciudadana, y espiritual por supuesto! ¡Qué falta de autoridades nos gastamos aquí! ¿Y cómo es posible que eso pueda darse? ¡Qué no se aprecie el valor de la vida humana! ¡Qué todo esté supeditado a una fehaciente explotación comercial!
Más aún, cuando se toma en consideración que, muchos de los profesionales actuantes en esa disciplina, son egresados de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde pudieron realizar sus estudios de medicina, pagando nada más que un precio simbólico. La carrera les fue costeada por el Estado nacional.
Resulta más que lógico y comprensible que, cuando de urgentes servicios de salud se trate, no es cuestión de cuartos, ni de adherirse al cumplimiento de cualquier normativa legal vigente regulatoria, como es el caso por ejemplo de la Ley 42-01 (Ley General de Salud), y hasta de la misma Constitución de la República, en lo relacionado, entre otras disposiciones relativas.
¡No!, lo que debe prevalecer son, los gestos de humanidad esperados, conciencia, solidaridad; el ofrecer a todo congénere el concurso requerido previo; y, hablarse después de dineros, seguros, o lo que sea, para pagar internamientos, honorarios médicos, etc.
En el caso específico de Claudio Caamaño, aunque se desconocen las verdaderas razones subyacentes, ya salieron a relucir justificaciones primarias, a los fines de responder a la opinión pública “cuestionadora”; y, posiblemente, para evadir responsabilidades también, en torno a la no recepción requerida del paciente. En los tres primeros centros médicos visitados, como fue lo que se adujo, no había cupo en las áreas de UCI. ¡Eso se torna poco creíble!
Según declarara el coordinador médico del Cedimat, Miguel Ángel Russo, ellos fueron los primeros en no tener cupo en la referida área requerida, pero que sí contactaron otros centros asistenciales en busca de ese servicio, teniendo poca suerte. ¡Qué coincidencia! ¡Qué tan grande es la demanda de la precitada área!, parece que a nivel general. (Véase “El Día”, del 23-3-16, página 15).
A pesar de tratarse del señor Claudio Caamaño en esta ocasión – sobre quien no se necesita hablar mucho -, por lo tantos precedentes que se tienen con relación a lo tratado, no sería osado pensar que en torno a él también pudieron darse las mismas causas: falta de un sólido depósito inicial, o la cobertura de un monto significativo por concepto de seguro. Cualquiera se preguntaría, ¿si con un avance económico significativo en las manos, lo hubieran dejado ir?
Para nadie es un secreto aquí, que los hombres que han luchado por este país, y que se tienen como héroes nacionales, con muy raras excepciones, no son ricos, como tampoco han recibido el apoyo económico estatal que merecen en la mayoría de los casos; cuando se han visto bien necesitados.
¡Qué las autoridades investiguen a fondo sobre el caso Claudio, es lo que más procede!; para que, de ser necesario, el ministerio competente adopte las medidas de lugar, y se impongan las sanciones requeridas.
También podría ser, el que se procuren los acuerdos necesarios entre las entidades todas, dueñas y administradoras del gran negocio de la salud en Dominicana, de forma tal que se le ponga fin a la llamada práctica de los “rebotes médicos” en este país. Preciso es destacar que, el activo denominado vida, se torna irrecuperable cuando se pierde, por lo que se hace obligatorio buscar siempre la manera de preservarlo.
Que se determine cuánto pudo haber ocurrido en realidad, con relación al asunto que nos ocupa; qué en verdad motivó el periplo en ambulancia a que se obligó al afectado, no obstante su delicado estado de salud, -así lo expresó su hijo, Claudio Caamaño Vélez-, producto del accidente automovilístico que sufriera, y que es muy probable provocara su deceso finalmente.
Para que, de haber sido por las causas de costumbre (falta de un depósito importante, o la cobertura de un seguro), su circunstancia última se convierta en un aguijón poderoso, a los fines de que, obligatoriamente, se tenga que enmendar esa deleznable actitud de los médicos locales; y, que sea su aporte de despedida del mundo terrenal, a esta maltratada sociedad dominicana.
Rolando Fernández
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