Una de las frases más sencillas y universal, de esas que se tienen a la mano, de amplio significado y contenido profundo, atribuida a Napoleón Bonaparte, aunque según muchos letrados, su verdadera autoría en verdad se desconoce, es esa que dice, “Vísteme despacio, que tengo prisa”, la cual invita a hacer las cosas con calma, sin importar la circunstancia; pues, todo a la carrera, siempre provoca malos resultados; no conduce a nada bueno. La prisa es mala consejera en cualquier momento de la existencia.
Obviamente, el mandato incluido en la susodicha frase, es algo que vendría como anillo al dedo en estos tiempos; pues, en la cotidianidad de la gente del presente, la calma, la ponderación y la reflexión sosegada, se han marginado totalmente. Ya todo se quiere hacer o lograr por la vía rápida. ¡Craso error! El asunto es llegar; y, procurar satisfacer cualquier necesidad o deseo, lo más pronto posible.
Nadie está dispuesto a esperar por nada. Lo que más se escucha decir es: “no tengo tiempo; o, si el tiempo me da”, Es el tiempo del reloj, naturalmente; pues el psicológico, el causante de los conversatorios mentales de aquellos, que serían como los que se entienden locos, pero silentes, es continuo y nunca acaba por concluir, a menos de que se logre aprender, como acallar al ego torturador humano.
Hoy se vive en la era de la inmediatez. Las horas del día, normalmente, resultan escasas para todo cuanto se debe hacer; incluso, hasta pensar un poco en uno mismo, como en los demás. El escuchar con atención, para contestar luego, pasó de moda. Todo es a la huyendo; el hablar, el trabajar, el comer, el transitar o conducir un vehículo, al extremo de incurrirse algunas veces en la temeridad, sin medir riegos posibles.
Los actos en su diversidad, se llevan a cabo de manera precipitada, lo que con seguridad consume una gran cantidad de energía corporal, y estresa en alto grado a las personas; produce enfermedades, tanto físicas como mentales, y los envejecimientos prematuros se verifican cada vez en mayor cantidad. Mientras, el día sigue teniendo sólo las mismas 24 horas, aunque siempre se pretenda extenderlo a 48 lapsos, de 60 minutos c/u.
Claro, en lo que se ha denominado “la nueva industria de lo instantáneo”, por la prisa que siempre está acosando a la gente hoy, una gran parte de esas horas infladas, se dedican a cosas triviales y fútiles, como esas de hablar mucho por teléfono, chismear, ver programas insulsos de televisión, etc., en las que se invierte un tiempo precioso, necesario para otras, de naturaleza contraria.
Para las que realmente revisten importancia, como por ejemplo: las lecturas constructivas, las actividades deportivas, para favorecer la salud físico-mental, la incursión en reales asuntos espirituales (no la religiosidad social), el fomentar las amistades y compartir con la familia, como la demás actividades que reportan entusiasmo, creatividad, paz mental, etc. siempre el factor tiempo escasea.
Lo más beneficioso resultaría ser, el observar la calma en todas las actividades del diario vivir; saber administrar el tiempo del reloj para que no presione; y, aprender a dejar atrás los recuerdos que provienen del psicológico, creando así espacio mental para las “notas musicales de los ritmos vivenciales presentes”.
Pero, muy difícil se hace para muchos en esta época acelerada, el reparar y adherirse a normas como las señaladas anteriormente, de las que de seguro sólo provendrían efectos favorables para la salud, la paz interna de todos, y mayores años de tránsito en ese viaje terrenal, que de ordinario es denominado vida.
¡La reflexión se impone pues, ahora que inicia un Nuevo Año, sobre el significado de esa frase de introito! “Vísteme despacio, que tengo prisa”.
Rolando Fernández
Filed under: REFLEXION DE AÑO NUEVO | Leave a comment »