¡Qué lindo es hablar de la familia, aunque sea solo cuando se le recuerda!, mencionándose mucho de ella, sin importar el momento en que sea. Claro, y como es lógico entender, hacerlo en tiempos muy cercanos al período navideño, siempre colmado este último de excesos consumistas, “botaratas” significativas grupales, y mercadeos a granel, tiene su objetivo muy marcado.
Esa célula primaria, base fundamental de todas las sociedades, y deteriorada por completo en la actualidad, se utiliza más bien como instrumento inductor mercadológico, alusivo a las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Y si queda algo de cuartos después para seguir gastando, que se invierta en la etiquetada celebración de los niños, el “Día de los Santos Reyes”, ya seudo fiesta infantil. Es decir, ¿propósito marcado que se tiene en todo el accionar referente?, promover francachelas festivas, como la proclividad al consumo.
No es cuestión de querer rescatar los valores concernientes a la “tribu biológica-sanguínea, de rigor formar oportunamente por los seres humanos, de la manera en que se aspira, queriendo agarrar las nubes con las manos; tirándole piedras a la Luna; como, celebrando actos públicos relativos durante el mes de noviembre de cada año.
Como es de conocimiento pleno, esa unidad es requerida para aumento y preservación de la especie, como el fomentar y difundir el amor incondicional paternal y fraterno, a modo de emulación al dispensado por el Padre Supremo a todos sus Atributos divinos, representantes sobre el plano terrenal, los hombres, entre otros. De ahí la importancia que revestiría el retorno de las características que otrora le distinguían, pero no andándose con simplezas, y amagos de recuperación en ese orden.
Si en realidad se estuviera buscando el cómo “enmendar la plana”, tal se dice popularmente, se dedicaría el año entero a promover el retorno de los paradigmas perdidos en ese tenor, no solamente durante un mes, previo a las camaraderías “decembrinas”, en pos de inducir al consumismo y a los “fiesteos” grupales, se debe reiterar.
Dejémonos de engaños y demagogias baratas, comenzando por las provenientes de las iglesias todas, pero principalmente la católica, con actividades como esas que se están promoviendo para el día 23 del presente mes, y a la cual se está invitando a la población para que participe: “Marcha por el rescate de valores”. Eso nada más se traduce en pantallas y “figureos”. Muy poco se va a lograr con eventos de ese tipo, en el orden de lo que debe ser, y en relación con lo que se trata.
No procede el que se continúe tratando de agarrar el rábano por las hojas. Lo que se debe hacer más bien, es identificar las verdaderas causas que provocan el deterioro de esa importantísima célula primaria denominada familia, cuna de todos los valores humanos y sociales que se deben cultivar, con los efectos traslativos obvios, al tiempo de definir acciones en pos de llevar a cabo un combate frontal a lo indebido. El asunto no es con marchas, ni misas al aire libre, de carácter social más bien
.
El primer y principal “flanco” que se debe atacar, se trata de ese cambio brusco que se ha venido verificando en las actitudes debidas inherentes a la mujer, y que les son muy propias desde la formación del mundo, en términos de los análisis correspondientes y las ponderaciones racionales que se imponen. Todas esas se han dejado de lado, en el marco de la mal concebida liberación femenina, que solo procura la etiquetada “igualdad de género”, y la competitividad de cara directa con el sexo opuesto.
Pero, como decían los antepasados, y es muy fácil entenderlo así, “dos culebras machos no pueden habitar dentro de una misma cueva”. Es obvio entonces que, los sexos tienen que ser diferentes, e identificados cada cual con sus propias atribuciones, deberes y responsabilidades
De lo contrario, las uniones maritales resultan imposibles. Claro, dentro de lo que debe ser normal, dejando de lado las uniones gayes de estilo moderno. ¡Salve bajeza!, que lamentablemente hoy se estila oficializar sin muchos reparos.
Ahí comienza la podredumbre familiar, en la que se pulveriza la esencia de todos los valores pertinentes, caracterizada por la falta de responsabilidad hacia los vástagos procreados y consortes. Indiscutiblemente, la mujer es el ser más importante que habita sobre el planeta Tierra, en relación con la especie humana, co-creadora con la Divinidad Suprema, pero hoy eso no se entiende.
Ella es el ente de equilibrio familiar y emocional dentro de las tribus biológica-sanguíneas, con extensión hacia las sociedades en general. Lamentablemente, las concepciones que se tienen en el marco de la modernidad y la postmodernidad se han encargado de tirar todo eso por la borda, con consecuencias más que fehacientes.
Ahora, hombre y mujer se consideran dos competidores, rivales hogareños, traslativo eso hasta otros entornos generalizados, sin medir efectos dañosos. Buscar cuartos es lo que hay, no para compartir obligaciones económicas por parte de las féminas, principalmente, sino para sentirse con derecho a exigir; crear un nuevo patrón competitivo social: participación igualitaria en todos los órdenes; “igualdad de género”, como bien señalara no hace mucho tiempo, la flamante y prepotente ministra de la Mujer, “trabajamos desde la posición en pos de lograr la igualdad de género”, fueron más o menos sus palabras, según las reseñara la prensa local. ¡Qué tan “fructífera” labor para el país!, desde ese huacal politiquero, chupa presupuesto público.
Hay que imaginarse lo que puede seguir ocurriendo en nuestro país, por ejemplo, respecto del deterioro familiar, con una entidad estatal que se incline nada más por promover y accionar, con relación a la “igualdad de género”, de seguro en el contexto de los nuevos preceptos de la mal asimilada “liberación femenina”.
Y, teniendo además, el concurso inductor, como las directrices de una serie de organismos internacionales injerentes, y alienantes a la vez; al igual que, la colaboración de algunas mujeres que se entienden frustradas sentimentalmente de ordinario, por haber sido desconocedoras de sus deberes y responsabilidades muy propios, que promueven y participan, haciendo ponencias en eventos tales como: “La VIII Conferencia de Estudios de Género Dominicana”. “¡A educar por la igualdad de género!”, bajo la responsabilidad en este caso del Centro de Estudios de Género del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), en el marco de las “Propuestas de la Estrategia Nacional de Desarrollo, y demás “yerbas aromáticas”. (Véase “Listín Diario”, edición de fecha 5-11-14, página 12C).
Y por qué no se habla aquí mejor del rescate de los valores de la mujer específicamente, como base de la familia, que es lo que se puede traducir en regeneración de las sociedades; que las damas reconozcan y asuman de nuevo sus verdaderos roles; que la moralidad y el pudor vuelvan a adornar al llamado por costumbre “sexo débil”, para que tantas niñas con edades que oscilan entre los 12 y 15 años, no anden, calle arriba y calle abajo, o asistiendo a las escuelas, “con una barriga a la boca”, como suele decirse, sin conocerse muchas veces el padre de la criatura que llevan en su vientre.
Son “niñas” esas también, que en su mayoría salen a tratar de pescar ingenuos en la horas nocturnas, y cuando advierten en los mismos posibilidades económicas, que algo pueden conseguir, los sonsacan para que utilicen su cuerpo, y luego los acusan de haberlas violado y embarazado a la vez.
Se trata de ejemplares que, en la mayoría de los casos, han arrasado con más hombres que cualquier prostituta común, y entonces hay que pagarlas como nuevas, con los tremendos líos judiciales que arman, en maridaje con padres irresponsables que, sabiendo en el fondo lo que tienen, también salen a exigir honras.
A muchísimas de esas les consideran incluidas entre las que llaman ahora “chapeadoras” y “atrapa cheles”, que negocian con sus cuerpos bajo diferentes modalidades, por causas nimias-ordinarias, y formatos de pagos diversos por los servicios que ofertan. Y, si logran enganchar a un bobo, para sacarle jugosos beneficios, ¡mejor aún!
Retomando la temática de la degeneración social, que al parecer tanto preocupa actualmente, y en torno a la cual se viene hablando del “rescate de valores”, que ya urge por supuesto, hay que imaginarse, y preguntarse a la vez, ¿qué capacidad física, mental y emocional puede tener una muchacha de esas, para formar después los vástagos procreados, y asumir los compromisos que conlleva el tener una familia? Lo que hacen es traer niños al mundo, que luego se convierten en parásitos sociales
Mientras las mujeres se estén degenerando cada vez más, no habrá rescate de valores familiares, extensivo eso hasta las sociedades en sentido general. Si algún logro se quiere obtener en el sentido de lo tratado, las acciones todas tienen que estar dirigidas hacia la concienciación de las féminas, columna principal en que se sustenta la cohesión y formación familiar, desde donde todo parte.
En tanto se esté promoviendo nada más, el que a las mujeres se les considere igual que a los hombres, nada positivo se va a obtener, y las muestras están a la vista de todos. En la dirección de cambiar esa desaprensiva concepción moderna, es que se deben dirigir los cañones enmendatorios.
Abandonemos pues, los asuntos de marchas de todo tipo, muy parecidas a los mítines políticos nada más, para allantes y demostraciones aéreas. Procuremos agarrar el toro por los cuernos, a fin de doblegarlo, si es que en verdad queremos subsanar en el orden de lo que se ha venido exponiendo.
Concienciar a las mujeres para que asimilen su verdadera naturaleza, y asuman las responsabilidades y deberes que en verdad les corresponde; al igual que, recuperen el pudor, como la moral, y abnegación de otrora, sí es lo que hace falta, lo que debe ir. ¡Esas sí que son las cosas que en verdad proceden!, con el concurso del ministerio de la Mujer aquí, las iglesias todas, como los organismos internacionales competentes.
Entendemos que las actitudes de tal naturaleza no interfieren, como es lo que se cree, con una liberación femenina, enmarcada dentro de toda lógica racional, en la que no prevalezcan solamente las concepciones asociadas con los deseos de competitividad frontal respecto del sexo opuesto, a que tantos comportamientos irregulares femeninos ha conducido.
¡Qué se entienda!, el deterioro total de la mujer, con rarísimas excepciones, causado por esa y otras causas, no necesita de mayores demostraciones, incluido el de tantísimas dominicanas. Por consiguiente, el procurar la regeneración de tan importante y bello ser, con los efectos traslativos derivados, debe constituir el “norte principal” del ministerio dedicado a la misma en nuestro país, como el de las entidades aliadas a ese organismo estatal, si el rescatar valores en realidad es la intención
Rolando Fernández
Filed under: SOCIEDAD | Leave a comment »