La paja en el ojo ajeno; ¿culpables?, ¡sólo los demás!

Siempre los malos son los otros. Nunca reparamos en los comportamientos de sí mismos, sólo en los que observan nuestros hermanos congéneres. Es la norma común a nivel de lo seres humanos, ver hacia fuera, jamás hacia su propio  interior.

 

En el porqué, cuando nos sentimos no ser tratados como se debe, en nuestra apreciación claro, por lo general no pensamos. Obviamos el que las  posibles causas se originen en nosotros, como personas imperfectas que somos; en  que seamos quienes provoquemos los tratos que se nos dispensen.

 

Es muy bueno culpar toda vez a los otros, considerando malo lo que  recibimos de ellos. Y, la pregunta que dejamos de lado con bastante frecuencia es, ¿qué hemos hecho para eso merecer?

 

Probablemente, si en las actitudes propias no adecuadas,  o indebidas por completo reparáramos, procederíamos con las enmiendas correspondientes en lo personal, y a la vez  contribuyéramos a estimular en esa línea los procederes ajenos similares, dejándonos al mismo tiempo de estar etiquetándonos nada más que como las victimas, los sufridos, o las sufridas.

 

Evidentemente, de actuar en esa forma, las percepciones con relación a los demás seres humanos comenzarían a cambiar de inmediato. Se advertiría el efecto reciprocidad en los tratos hacia nosotros.

 

Lo señalado aquí, bien se puede asociar con dos versículos bíblicos muy importantes, que aparecen en S. Mateo 7: 3 y 5, Sagrada Biblia, en los que se lee: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas a ver la viga que está en tu propio ojo?” “¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”.

 

¡Reflexiónese, sosegadamente, sobre lo expresado!

 

 

El autor es un humilde servidor, ¡y nada más!

 

 

 

Rolando Fernández

 

 

 

Los demás son espejos para vernos; no critiquemos a nadie

Todos los seres humanos evidenciamos faltas y defectos; unos más que otros. ¿Por qué?  Normalmente, desconocemos las causas. Pero, sí nos inclinamos por criticar alegremente.  A emitir juicios infundados. Sólo, a partir de la mera percepción de los hombres; de ordinario limitada para discriminar entre lo que es bueno, y lo que es malo, en cada corriente de vida.

La crítica entre las personas es una de las prácticas más pecaminosas que existen; y que, acarrea serias consecuencias, tanto para que el que la lleva a cabo, por la expiación que se deriva, como para el criticado, debido a la afectación dañina que recibe a nivel de sus cuerpos sutiles, que se constituyen en blancos perfectos, para un eventual aumento de las faltas y defectos que son objeto de críticas, cuando el atacado no puede permanecer inmune ante éstas, por no estar preparado para ello, mental y espiritualmente

La comunicación intuitiva, silente, con la Divinidad Suprema que mora internamente en cada uno, es la única vía, a través de la cual, se hace posible el conocer todo cuanto deseamos saber, siempre y cuando se esté en capacidad de asimilarlo, en el marco del nivel de  conciencia espiritual que se haya  logrado.

Concienciarnos debidamente en ese sentido, conlleva la comprensión de la Divina Impersonalidad, que también debe ser  nuestra, por la Unidad con lo Supremo; y que, es el estado al que debemos propender en todo nuestro accionar terreno, durante el proceso evolutivo.  Sólo así, podemos ir comprendiendo todo cuanto ocurre  alrededor, y el propósito real de cada existencia física.

En la medida en que se pueda vivir conscientemente en ese estado impersonal, y que el Ser Superior interno se exprese con  libertad a través de nosotros, Éste nos permitirá desarrollar determinadas facultades que harán posible ver la realidad inherente a muchas cosas de las que nos circundan; entre ellas, las cualidades que distinguen a las demás personas con las que interactuamos; sus debilidades, virtudes, faltas, defectos, etc.

Ahora, esa permisividad de poder reparar en las faltas y defectos de otros, es concedida por la Presencia en nuestro interior, que todo dirige, no para criticar  o juzgar a los congéneres, sino para que se advierta que los mismos están también en nosotros, aun sea de forma sutil; o, de manera latente, con probabilidad de despertarse concretamente en un futuro cercano.

Luego, esos en quienes reparamos, más bien nos sirven de espejos y guías a la vez, para que tratemos de corregir o eliminar de nuestra propia personalidad aquellas mismas faltas y defectos.  Y, así ocurre, por la conveniencia que reporta, en términos de la evolución espiritual necesaria.  De lo contrario, pasarían desapercibidos, aun se dieran en los demás.

Reiteramos que, son faltas y defectos en otros, que también predominan en nosotros, aun no nos demos cuenta, en mayor o menor medida.  O, las personas elegidas en que nos fijamos, quizás no los tengan, pero podrían estar siendo utilizadas simplemente, como una clase espejo indicador, para concienciarnos  que  los tenemos, y que debemos combatirlos hasta eliminarlos.

Entonces, el reparar o fijarnos en los demás por esa causa, nos ayuda a conocernos a nosotros mismos.  A saber en parte, qué debemos corregir para seguir evolucionando espiritualmente, sin tropiezos. 

Es para ello que, se nos permite observar en ese orden; al tiempo de despertar condiciones discriminatorias y de inducción correctiva.  Jamás, es para criticar a nadie. ¡Reflexionemos!

 Rolando Fernández