Todo cuanto se “relaja” pierde valor

 

Cuando así se procede, las cosas se van desvalorizando; y, si en verdad no se les da la importancia requerida, tienden a ir perdiéndose en el horizonte infinito, hasta desaparecer por completo.

Se tornan en letras muertas, en el caso de normativas legales, o reglas dispuestas. También, en conmemoraciones “desabridas”, cuando de tradiciones se habla. Se aprovechan estas últimas solo para vacacionar, veraneos, fiesteo, y romadas, por ser el único sentido que se les da. Ponen en evidencia, por lo regular, la ignorancia marcada de la gente.

Así es como comúnmente ocurre con celebraciones tales: Navidad, Semana Santa, o Mayor; y, en nuestro país, la fecha en que se firmó la primera Constitución de la República, la Carta Magna, un 6 de noviembre en 1844, día instituido anualmente como festivo, para conmemorar aquella impronta patriótica.

Pero, sucede que, la Navidades son para consumismo, alentado por los mercadólogos y comerciantes especuladores, por un lado; y, por el otro, para darse “jartangas”, y bebederas a todo dar. En Dominicana, auspiciados esos por el otorgamiento del salario número 13 a los empleados públicos y privados, la llamada “Regalía Pascual”, sobre lo que mueve a inquietud, ¿qué pasará el día que no se les dé?

También, si todo eso será cambiado por visitar en masas las congregaciones religiosas, sectas convencionales, o filosóficas existentes, a los fines de adherirse por completo al que debe ser el verdadero sentido de la época: espiritual. ¿Sin esos cuartos extras, habrá celebración navideña? ¡Difícil!

Por otra parte, la Semana Santa, o Mayor, ha sido convertida en un período de vagancia celebrativa, espacio para vacacionar sin control, y veraneos, como la ingesta de romo a todo dar. ¡Las muestras están de sobra!

Las sociedades en general, solo recuerdan la pasión y muerte en la cruz del amado maestro Jesús, según lo convencionalismos religiosos, en segmentos mundiales muy amplios, “cuando sienten un temblor, o llega un ciclón”, como decía el extinto humorista nuestro, Milton Peláez

En el caso del  “Día de la Constitución”, que se celebra en Dominicana cada 6 de noviembre, el mismo debería ser declarado como “Día de Duelo”; de gran tristeza para los ciudadanos, debido a la burla flagrante de que viene siendo objeto desde hace lustros tan importante Normativa, por parte de los políticos en el poder, y los sastres que conforman eso que llaman Congreso de la República, que de ordinario le confeccionan un nuevo vestuario, según las circunstancias y conveniencias del momento en que se actúe. Todo para favorecer intereses, como apetencias personales y grupales.

Con razón decía un connotado expresidente de la nación, “que la Constitución era un pedazo de papel”, queriendo significar que se podía manosear a voluntad, y hacer de ella lo que se quisiera. Claro, haciendo provecho del caldo de cultivo que proporciona un pueblo indiferente, apegado nada más que a las dadivas, el “dao”; sin conciencia ciudadana alguna para empoderarse, y reclamar sus derechos.

Cualquier ciudadano pensante, qué le duela este país, se preguntaría, por qué la Carta Magna de la República, no se modifica, para introducirle los cambios que desde hace mucho tiempo ameritan los articulados relativos a los requisitos exigibles para poder optar por las posiciones electivas de. presidente, vice, senadores y diputados, etc., en lo que, obviamente, se advierte una incongruencia enorme, por la no exigencia de aptitudes necesarias.

Eso, en vez de estar acotejando el escenario requerido, para satisfacer las aspiraciones releccionistas siempre de los gobernantes de turno. Loable sería hacerlo, para dejar plasmado en tan importante “Instrumento Legal”, que, ¡los hombres o mujeres más aptos, y selectos, son los que deben participar en la toma de las decisiones estatales de esta nación, y no cualquier “pelafustán, o pelafustana”, arribista, busca cheles, sin capacidad alguna!

Como es ahora, ¡el, o la que sea va!, siempre y cuando convenga a los poderes hegemónicos, gravitantes en la República. De ahí los ejemplares que se han tenido tomando decisiones, dizque para bien del país, pero que en el fondo solo benefician a determinados sectores políticos y sociales. Verbigracia: analfabetos, ineptos por completo, corchos políticos, seudo cantantes, y hasta prostitutas clasificadas dentro de ese trabajo denigrante. ¡Ay mamacita, qué esperanza!

En consonancia con lo expresado, cuando uno se encuentra en la prensa local con titulares tales: “El torito sale como favorito para senador”, un bachatero local, para la senaduría de la provincia Monseñor Nouel, tiene que ruborizarse (Ver: “Diario Libre”, del 9-11-18, página 6).

¡Qué senador se gastaría el país!, de ganar unas elecciones. Y, no es porque, no lo merezca como ciudadano. Ahora, ¿reúne ese señor las aptitudes necesarias para un desempeño así: legislar y elaborar leyes para la nación? ¿Qué pueden esperar de él los compueblanos que respalden sus aspiraciones, como la misma sociedad en sentido general? Hay que concienciarse. Esa prerrogativa actual, con base en la Constitución misma, y en términos de escogencias políticas, tiene que cambiar.

La Constitución de la República, como normativa fundamental, tiene que ser revisada, y modificada en función de las calidades formativas, académicas e intelectuales, que imponen los nuevos tiempos, para la elección de candidatos a cargos electivos públicos. Además, exigir que se respete a cabalidad su contenido, e incluir en esa honra, la festividad alusiva a la fecha en que se conmemora cada año su primera firma, en San Cristóbal, R.D.

En el tenor de lo tratado, muy atinado se reporta lo expresado en el “De buena tinta”, periódico “Diario Libre”, del 7-11-18, que intitulan “¿Fijar el día de la Constitución?

Se dice, entre otras cosas: “Habría que preguntar a la historia si los constituyentes se reunieron en algún resort en el 1844, e hicieron turismo interno y no Patria”.  Es el relajo ciudadano actual que se observa durante la precitada celebración, como si de nada significativo se tratara.

“Día feriado, sí, pero no para irse de feria, sino por el contrario para reflexionar sobre el texto fundamental de la República”. Es la gran burla, y la romería  en que se incurre, no cabe duda ¡Qué Constitución, ni Constitución!

“Los valores de la Patria son tan dignos como la religión”. Aquí ninguno de los dos se aquilata; se allanta con ellos, y nada más.

Sobra, cuánto más se pueda decir. Solo procedería pedir en adición: ¡valoremos lo que tiene real importancia, dominicanos!

 

Autor: Rolando Fernández

 

www.rfcaminemos.wordpress.com

 

 

 

 

 

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