Procedencia humana olvidada

A pesar de los golpes certeros que ha recibido, a través de la historia de la humanidad, el grueso tronco en que se sostiene la vanidad de los hombres sobre el planeta Tierra, como resultado de los grandes descubrimientos científicos realizados, sobre el hábitat general de los mismos, y las características tanto físicas como mentales, las actitudes fehacientes que se derivan de esa mundana condición, en contrate con su verdadera esencia – espiritual -, no acaban por perecer.  Todo lo contrario, se mantienen in crescendo cada vez más.

Es obvio que, los egos de las personas, causantes de esa cuestionable cualidad negativa se fortalecen, favorecidos por las condiciones ambientales y psicológicas de que ya se dispone en la llamada “Octava Humana”, como de la capacidad de acción propia mundanal, y de los condicionamientos mentales placenteros que absorben por completo a la mayoría de la gente.

Esas son las circunstancias que, a muy pocos les permite volver la vista atrás, como se dice popularmente, y reflexionar sobre que, se ha llegado a ser hombre o mujer, por medio de todo un proceso evolutivo de carácter espiritual – real  camino  -, con  una máscara transitoria periódica denominada personalidad, que incluye el aspecto físico corporal; y que, nuestro escenario de acción inmediatamente inferior lo fue el reino animal.

Y, precisamente, una de las pruebas más fehacientes del envalentonamiento vanidoso humano, es el trato indiferente, cruel y despiadado que se les dispensa a los animales, de los cuales  procede la especie pensante-racional, reiteramos, según sostienen grandes esoteristas entendidos al respecto, concepción ésta que ha venido siendo avalada, en parte, por la ciencia convencional, a partir de la homogeneidad comprobada, en términos de las conformaciones corporales, como las características funcionales biológicas, y de orden emocional,  inherentes a ambas clases de habitantes terrestres. ¡Los experimentos con órganos, células, y sustancias hormonales compatibles,  a nivel de las dos estructuras corpóreas, en la medicina general, así lo confirman!

Maltratamos, abusamos, aborrecemos y explotamos a los indefensos animales, y aves también, compañeros de los hombres en el plano terrenal. Dice Bárbara Marciniak, en una de sus valiosas obras, “En este planeta, los animales os fueron dados como compañeros. Pero actualmente ni se respeta ni se honra la calidad de vida de los animales.  Se les trata como si no estuviesen vivos, como si no sintiesen y como si fueran esclavos de la especie humana”.

Claro, se asimila su rol de compañeros, en adición al aprendizaje requerido, habitando el plano físico, diríamos  nosotros, hasta tanto logren alcanzar el grado de evolución necesario, para entonces dar  el posterior, salto hasta el nivel inmediatamente superior, la “Octava Humana”.

La pregunta obligada sería pues, ¿por qué nos comportamos de tal manera con los animales, por indolencia o ignorancia? Lógico es suponer, que sea por ignorancia más bien; ya que, de conocerse  sobre  esa realidad de procedencia, y aceptarse, las actuaciones deleznables que se observan en relación con los mismos resultarían inconcebibles.

Cabría incluir aquí, de forma resumida, y a manera de colofón que, en su obra “La caracterología y la ética de Santo Tomás”, Georg Zemplén, hace notar que, “en el curso de la historia la vanidad del hombre ha sido alcanzada por tres golpes de muerte.  El primero, cuando se aniquiló la idea de que la Tierra  era el centro del Universo.   Segundo, que a partir de la investigación biológica y filogenética se demostró que el hombre no es una creación específica, sino que procede del mundo animal y conserva un carácter animal indestructible. Y, tercero, los éxitos obtenidos en las investigaciones de la psicología práctica, especialmente sobre el hipnotismo y las escuelas psicoanalíticas, que deben ser consideradas como ramas de la medicina hipnótica en general”. (Citado en la obra “El ALMA LO ES TODO”, del Dr. Franz Völgyesi).

¡Reflexionemos pues!; somos animales todos los humanos, evolucio Rolando Fernández

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