¡Cuanta mediocridad en los anuncios publicitarios nuestros!

Los hombres pensantes siempre han sido de opinión que, uno de los mejores parámetros para medir el grado de ignorancia que reportan las sociedades modernas, saturadas de esnobismo, y siempre proclives al consumo inducido por la magia de los mercadólogos, que venden sus servicios profesionales al capitalismo explotador y subyugante, es la forma en que son creados los anuncios publicitarios.

 

Las producciones en ese sentido, con regularidad se realizan según los receptores considerados, en cuanto a las edades, dificultades para embaucar, y lógicamente, capacidad de análisis posible. También, los sexos predominantes en las áreas destinadas. ¿A quién se le va a tratar de vender, es la pregunta siempre de rigor obligada?

 

Es por ello que, en nuestro país por ejemplo, los anuncios publicitarios carecen, al parecer, de tanta calidad. A lo que más se asimilan es, a sandeces mal musicalizadas, con actores en sentido general que no saben esconder la demagogia mercadológica que se estila en cada caso, y que lucen como payasos; que no tienen en su mayoría gracejo alguno en sus expresiones para  atraer y  vender. Las realizaciones actuales de ese tipo, tienen mucho parecido con una canción sin letras, y desafinada por demás.

 

Las cuñas propagandísticas que aquí se escuchan, lucen creadas como para tarados, o inválidos mentales, no para personas con raciocinio normal, en las que se quiera inducir un deseo, a hacer ver una necesidad real de consumo, en términos de un determinado bien o servicio.

 

Para la confección de todo anuncio de esa  naturaleza, aun tomando muy en consideración los públicos y eventuales clientes, se requiere de actores calificados, y actrices aptas, como   bien entrenadas por demás, con estilos de voz apropiados para cada ocasión.  No se pude estar generalizando condiciones, para productos con calidad en ese orden.

 

Ahora, lo que luce extraño es que, las empresas que pagan por la creación de los anuncios a algunas publicitarias, no reparen en la deficiencia del servicio, y la poca aceptación o pegada, como se dice, que logre el mensaje que se quiera transmitir a nivel del público receptor. Parece que no los escuchan después; y que, tampoco disponen de alguien perteneciente a la entidad, en capacidad para aquilatar el producto, que generó un costo a recuperar.

 

Craso error, el pagar por anuncios que no vendan, con una competencia tan agresiva como la actual, en los que se hace una inversión, que habrá de resultar poco, o nada no recuperable después, cuando la propaganda no funcione.

 

¡Los anuncios mal hechos cansan, “jartan” en extremo, y no venden!

 

: Rolando Fernández